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viernes, 5 de agosto de 2016

DEPORTE


     Los JJOO son deporte. Deporte en estado puro. Del 6 al 21 de agosto. Es el único momento en que los JJOO son deporte. Antes y después es todo menos deporte. Las Olimpiadas (literalmente el período de 4 años que transcurre entre uno y otro evento) es lobby, estómagos llenos, inversiones sospechosas, promesas incumplidas, plazos que no se cumplen, corrupción, intereses, dinosaurios, despachos y billetes. Siempre he defendido que el olimpismo es una gran mentira, salvo para todos aquellos deportistas que consagran su vida y sus sueños al agotador trabajo diario. El espíritu olímpico queda enterrado en el momento en el que emerge la primera corbata. Con las corbatas en acción, el olimpismo se convierte en un enorme bazar en el que todo tiene un precio desorbitado. El deporte son sus deportistas, no ese Comité Olímpico Internacional que no hace justicia ni cuando el maldito Putin activó un dopaje gubernamental.

     No me interesan mucho las ceremonias de inauguración ni de clausura que abren y cierran los grandes acontecimientos deportivos, pero en los JJOO me encanta ver a los deportistas desfilar. La mayor frustración de mi vida es no haber sido profesional del deporte, por eso cuando veo sus sonrisas, sus caras de emoción, sus lágrimas y sus selfies siento una enorme alegría. Ellos son el espíritu olímpico. No concibo que un deportista no ocupe su modesta habitación en la Villa durante los Juegos, por eso me reconcilia con la bonhomía y la calidad humana comprobar como Rafa Nadal dedica mucho tiempo cada día a hacerse fotos con aquellos que le consideran un ídolo. Como cada 4 años, durante los próximos 15 días dormiré poco, soñaré mucho, radio y televisión activadas día y noche y a empaparse de pruebas, partidos, rondas, carreras, tiros, lanzamientos, regatas, combates y, sobre todo, historias. Historias de deportistas menos conocidos, hombres y mejores que persiguen la gloria. Y no olvidéis, por favor, que la gloria no es solamente la medalla. La gloria es superarse a uno mismo.






     Más del 50% de los cariocas no quieren los JJOO en casa. Brasil atraviesa una gravísima crisis económica que se agudizará cuando haya pasado el impostor torbellino del Mundial de Fútbol y el este evento de los 5 aros. Las inversiones favorecerán a los que más tienen y hundirán aún más a los que ya poseen nada. Este periodista que escribe se colgó hace unos años la mochila de la impopularidad al afirmar que no quería los Juegos en Madrid. Lo que quería y quiero, como amante apasionado del deporte, es inversión para la base, polideportivos, pistas y medios para los que empiezan y para que los terminan. No confundamos eso con los pantagruélicos presupuestos fallidos que engordaron la tripa de los políticos y de los votantes pero adelgazaron el monedero de los contribuyentes. Si en España fue un bochorno, me puedo imaginar lo que habrá sido para los brasileños.

     Del 6 al 21 de agosto. Deporte en estado puro. Nada me haría más feliz en mi vida profesional que poder cubrir unos Juegos, una cita tan mayúscula que es capaz de convertir al fútbol en un deporte menor. Debe de ser delicioso portar un micrófono en la mano y convertir en héroe a un deportista modesto,
incluso anónimo. Asomarse a disciplinas menos conocidas, consolar al que siente que ha fracasado. Quién sabe lo que nos deparará el caprichoso futuro, pero el presente es disfrutar con mis compañeros de profesión y con esas maravillosas historias que nos van a contar desde Río de Janeiro. Qué hermoso es el deporte.



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