Hace muchos años
un periodista al que quiero muchísimo me dijo que priorizaba la bondad al
talento. Que prefería una buena persona con talento por pulir a un periodista
con superávit de talento pero déficit de bonhomía. Aquella enseñanza se me
quedó grabada a sangre y fuego, y el paso de los años no ha hecho sino
reafirmarla como un mandamiento. Me he encontrado con gente que comunica muy
bien a la que nunca reclamaría para mi grupo de trabajo. Y he conocido a
periodistas sin aparente brillantez que siempre jugarían en mi equipo. Es más,
a mis 37 años ya puedo afirmar con absoluta firmeza que para ser un buen
periodista hay que intentar ser una buena persona. Sin esa cualidad es
imposible cerrar el círculo.
Abro con este párrafo porque
quiero empezar por lo más importante. Necesito empezar por lo más importante.
David Briz, Javier Boned y Antonio Morillo son buenas personas. Muy buenas
personas. Iba a añadir que son demasiado buenas personas, pero para mí nunca es
demasiado, aunque eso suponga que la vida te espere con su mano abierta para
darte una y otra hostia. Desde el 29 de noviembre de 2012, el primer día que
Unión Rayo lanzó su ilusión al aire, han tratado con respeto a todo el mundo,
han sido humildes, han compartido su ilusión con todo el que aparecía por allí, han trabajado sin hacer ruido y han tropezado en todas las
zancadillas que les ha puesto el Rayo Vallecano. Sí, el Rayo Vallecano. Porque
los que lo han hecho trabajan y representan al club, basta ya de paños
calientes y de rodeos que confunden al aficionado. Se han portado muy bien,
incluso demasiado bien teniendo en cuenta el trato que han recibido. Se llevan el
reconocimiento de muchísimos empleados, jugadores, técnicos, auxiliares,
periodistas y aficionados. Casi 4 años en la cotidianidad del Rayo dan para
mucho, y sé que Briz, Boned, Morillo y el resto de compañeros son queridos por
el que hace los vídeos, el que sirve un café entre vaciles o el que acude con
su libreta a cubrir una rueda de prensa. El cariño no da dinero, pero es
imprescindible para sonreír y para no detener la fábrica de nuestras emociones.
Sigo con lo personal. Imaginemos
que profesionalmente Unión Rayo lo hubiera hecho todo mal, rematadamente mal.
Todo. Bueno, pues sólo por lo escrito en el párrafo anterior tampoco se merecen
el trato que han recibido por parte del presidente, Raúl Martín Presa. No les
ha cogido el teléfono, no les ha recibido, no se ha tomado un café con ellos,
no se ha dignado a charlar 10 minutos con ellos. Delegó en una persona que se
comió el marrón porque de tanto que quiere al Rayo a veces es "tonto". Como
lo son muchos de los empleados de este bendito club que, ojo, llegaron mucho antes
que Presa, que sienten ese escudo sin haber jugado nunca al fútbol y que algún
día rebasarán el límite de aguante a una gestión humana patética. Ayer, mientras David Briz y Javier
Boned recogían los bártulos y desalojaban la habitación desde la que hacían sus
programas de radio, Raúl Martín Presa agachó la cabeza y ni les dijo adiós. Qué
pena, de verdad. Qué alejado de los valores que debe tener el número 1 de una
entidad como el Rayo Vallecano.
Y ahora, lo estrictamente profesional. La decisión empresarial del Rayo Vallecano de prescindir de Unión Rayo es nefasta. Pero lo más grave es que ni siquiera está argumentada con criterios profesionales ni enmarcada en un contexto de seriedad y respeto. El club le ofrecía a mis compañeros “seguir en las mismas condiciones”. Bueno, pues es necesario que vosotros sepáis cuáles eran esas condiciones. No existían salarios de ningún tipo, no les pagaban los desplazamientos ni los hoteles, no podían viajar en el autobús del primer equipo, no tenían la posibilidad de entrevistar a los nuevos jugadores antes de presentarlos al resto de medios de comunicación y no les echaban un cable en tareas comerciales. ¿Sabéis que el acuerdo incluía difusión a través de las redes sociales del club? Hablo de algo que se firmó por escrito. Os invito a repasar el perfil de Twitter del Rayo Vallecano, a ver dónde coño encontráis algo de Unión Rayo. En casi 4 años de existencia, lo que el Rayo le ha dado a su radio “oficial” es un pequeño despacho en la Ciudad Deportiva, una valla de publicidad en el estadio y el privilegio de no tener que abonar el canon que pagan las emisoras de radio por transmitir cada partido. Nada más. La supuesta radio oficial del club. Unión Rayo no le ha costado ni un euro al Rayo, ésa es la verdad del barquero. Pero ni uno. Meo y no echo gota, de verdad.
Kilometradas en coche, de día y
de noche. Excursión interminable para llegar a Ceuta y poder contar la Copa del
Rey del equipo juvenil. Programas de más de una hora ¡diarios!, con el esfuerzo
y el desgaste que supone esa labor. Stages de pretemporada por cuenta propia.
Unión Rayo ha estado cerca del equipo cuando ninguna otra radio lo hacía. Era
un servicio público para los hinchas del equipo. Imprescindible e
insultantemente barato incluso con un sueldo y con un poco más de ayuda. Pero
para mí es infinitamente más importante denunciar el trato que han recibido mis
compañeros. Como humilde periodista que ni puede ni quiere vivir sin el Rayo Vallecano,
me avergüenzo. Me avergüenzo profundamente de asistir a esta patada en el culo.
Me avergüenzo de cómo ha gestionado este asunto el presidente del club. Y me
avergüenzo de que no sea una excepción, sino una tendencia alimentada por
muchísimas otras cosas.
Reconozco que no se lo dije a ellos
porque no quería que sufrieran más. Pero mientras ellos peleaban su
continuidad, yo sabía que era imposible. Porque nunca les dieron cariño, nunca
apostaron por ellos, nunca quitaron el pie cuando iban caminando al baño, nunca se
preocuparon por lo que hacían, nunca los quisieron ahí dentro. Como decisión de
empresa, muy equivocada porque Unión Rayo es un proyecto útil y necesario para
el club. Como gestión personal, todo bochornoso. Salvo por mis amigos, que se
han vaciado y lo han intentado todo, aquí nunca hubo ni Unión ni Rayo. El qué
es incomprensible, pero el cómo es muy doloroso.