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lunes, 17 de octubre de 2016

HISTORIAS DE ABUELOS




     Cecilia se baja del autobús a las 5.42 pm. La misma hora de cada día, minuto arriba, minuto abajo. Depende de la puntualidad del 54, que en verano, cuando el sol calienta hasta las paredes del alma, se hace mucho de rogar. Se pasa un momento por el chino, compra las chocolatinas que le gustan a su madre (en realidad en cuestión de dulces no hay nada que no le guste), baja los 70 metros que le separan de la puerta gris metálico, llama al timbre y entra. En ese momento comienzan las múltiples historias de abuelos.
     La rutina contagia complicidades. Como el saludo diario con el recepcionista, que siempre recibe a Cecilia con su nombre de pila aunque ella nunca le haya preguntado el suyo. Es un tipo majísimo, tanto que el día que no está, lo echa de menos.
     “Hola, Carmen. Hace días que no veo a Pablo y su mujer, ¿cómo están?”.
     “Pablo murió anoche”.
     Pablo estaba estupendo la semana anterior, siempre cariñoso con su peinado a lo Anasagasti. Desde su sillón (era suyo porque siempre se acomodaba en el mismo), junto a su mujer, postrada en una silla de ruedas, controlaba el tráfico de todos los humanos que accedían al edificio. Pablo ya no está. Impacta de primeras, pero al rato la muerte también se convierte en algo rutinario para compañeros, empleados y familiares de los residentes.
     Cecilia llama al ascensor. El de la izquierda, siempre el de la izquierda, que es el que nunca se estropea. Esta vez sube junto a Marisa, una mujer enjuta y consumida por los sinsabores de una vida que no merece. Con 83 años y toneladas de sufrimiento en la mochila, Marisa cumple escrupulosamente sus turnos de amor: llega a las 10, se va a las 13.30 horas. Vuelve a las 17, abandona el recinto pasadas las 20 horas. Así cada día desde hace una década. Su marido apenas habla y rara vez la reconoce. Pero los enfermos de Alzheimer sienten mucho. Las palabras, las caricias, los besos. Marisa lleva ya más de un mes entre la enfermería de dentro y el hospital de fuera. “Estoy un poco cansada”, reconoce cuando la única realidad es que ya no se tiene en pie. Por eso le da las gracias una y mil veces a ese joven muchacho que de vez en cuando le acerca en coche hasta la puerta de su hogar. Si realmente vamos a algún lado cuando nuestro corazón deja de latir, Marisa merece el sofá más cómodo del cielo.
     “No he comido”.
     “Pero… ¿cómo que no has comido, mamá?”
     “Te lo juro. No he comido”.
     María ha comido hace 5 minutos. Sirven una comida muy rica. Y también cenan, claro. Y desayunan y meriendan. Descafeinados para todos y depende del día, magdalenas o galletas ricas. ¡Ah! Y zumos a las 11 y a las 18 horas. Los hay de muchos sabores: piña, melocotón, manzana, naranja y multifrutas, el favorito de María. Cómo lo goza cuando su hija lo acompaña con esas chocolatinas redondas que cada día están más ricas. “No podemos arriesgar mucho con el azúcar, pero es que lo disfruta tanto…” Claro que sí, qué menos que activar una pequeña dosis de dulzura en el desgastado cuerpo de nuestros mayores.
     “¿Cómo está la pequeña?”
     “¿Qué pequeña, mamá?”
     “Tu hija”.
     “Yo sólo tengo un hijo, tu nieto Pedro, que viene mucho a verte”.
      “Ah”.
 
 
 
 
      Diez minutos después se repite la misma conversación. Y veinte. Y cuarenta. Y un día. Y otro. Cecilia y el resto de parientes y amigos que visitan a los abuelos ríen y lloran a la vez. Así son los males de la mente, que provocan situaciones desternillantes al mismo tiempo que te parten el corazón en mil pedazos. A Paquita se le iluminan los ojos cuando su madre le contesta con un monosílabo. Antonio se emociona cuando su mujer le sonríe durante 10 segundos. Maite canta una copla cuando su hermano por fin se deja afeitar. Y Charo comparte su alegría en voz alta cuando Tomás consigue tragar la gelatina, un ejercicio aparentemente simple que la mayoría de las veces se convierte en una lucha con final infeliz. Todos ellos han formado una pequeña familia que en ocasiones desemboca incluso en profundas amistades. Preguntan unos por otros, se preocupan unos por otros, sufren unos por otros, se cubren unos a otros, ayudan unos a otros. Hasta celebran los cumpleaños al calor de unos pasteles y unos chocolates líquidos extraídos de las máquinas de la segunda planta. Charlan y ríen con los lloros y los gritos como sintonía interminable de un lugar propenso a las paradojas.  
     “Hay que pelar las patatas para la cena”.
     “Tu tranquila, que las pelo yo”.
     “Las ponemos con judías verdes”.
      “Estupendo”.
      “¿Come hoy el niño con nosotros?”
      “Hoy no puede, está trabajando. Pero te manda muchos besos, mamá”.
     No hay patatas, ni judías. Ya no está ninguno de los familiares por los que pregunta María. Unos que a veces son hermanos, otras, hijos y otras… nada. Ella al menos tiene la suerte de recordarlos. Hay abuelos en el módulo que llevan años sin recibir la visita de un ser querido. Echan de menos besos y caricias. Aunque a menudo su cabeza está lejos de allí, necesitan y sienten esos besos y caricias. Emociona asistir al enorme cariño con el que la mayoría de los auxiliares tratan a los ancianos. Ellos y ellas (mayoría de mujeres), como los enfermeros y enfermeras (mayoría de mujeres también) trabajan muchas veces en condiciones lejanas a la idoneidad. Qué hermosa fue la despedida de Luz, que se jubiló hace menos de un mes tras toda una vida dedicada a las sonrisas. El sonoro aplauso de los compañeros, jefes, abuelos y familiares fue un pequeñísimo reconocimiento a su impagable labor durante varias décadas. La mayoría de los residentes son muy dependientes. Casos como el de Mari Cruz, que a sus 101 años se vale por sí sola, hasta el punto de dar varios paseos al día, son excepcionales.  
 
 
 
 
     Maldigo a los que han robado el dinero destinado a causas sociales. Los aborrezco. Me dan asco. Y admiro a todos los que cruzáis la puerta gris metálico cada día. Detrás se esconden mil historias. La vida es contradictoria. Hay abuelos que reciben más de lo que han ofrecido, otros que reciben mucho menos de lo que han regalado… y algunos que desgraciadamente no reciben nada porque ahora ya son una pesada mochila con la que nadie quiere cargar.
      Marta se acerca a María y le dice al oído:
      “María, acuérdate, que me has prometido que un sábado de estos salimos las dos a bailar”.
       María llora de la risa y cuando Marta se va, dice:
        “Esta chica está loca”.
        Marta, una voluntaria que cada martes toca la guitarra, juega y abraza a los abuelos, volverá dentro de una semana para invitar una vez más a María a un baile. Sí, está loca. Rematadamente loca. Bendita locura. El mundo necesita muchos locos como estos.

 
 
 

viernes, 5 de agosto de 2016

DEPORTE


     Los JJOO son deporte. Deporte en estado puro. Del 6 al 21 de agosto. Es el único momento en que los JJOO son deporte. Antes y después es todo menos deporte. Las Olimpiadas (literalmente el período de 4 años que transcurre entre uno y otro evento) es lobby, estómagos llenos, inversiones sospechosas, promesas incumplidas, plazos que no se cumplen, corrupción, intereses, dinosaurios, despachos y billetes. Siempre he defendido que el olimpismo es una gran mentira, salvo para todos aquellos deportistas que consagran su vida y sus sueños al agotador trabajo diario. El espíritu olímpico queda enterrado en el momento en el que emerge la primera corbata. Con las corbatas en acción, el olimpismo se convierte en un enorme bazar en el que todo tiene un precio desorbitado. El deporte son sus deportistas, no ese Comité Olímpico Internacional que no hace justicia ni cuando el maldito Putin activó un dopaje gubernamental.

     No me interesan mucho las ceremonias de inauguración ni de clausura que abren y cierran los grandes acontecimientos deportivos, pero en los JJOO me encanta ver a los deportistas desfilar. La mayor frustración de mi vida es no haber sido profesional del deporte, por eso cuando veo sus sonrisas, sus caras de emoción, sus lágrimas y sus selfies siento una enorme alegría. Ellos son el espíritu olímpico. No concibo que un deportista no ocupe su modesta habitación en la Villa durante los Juegos, por eso me reconcilia con la bonhomía y la calidad humana comprobar como Rafa Nadal dedica mucho tiempo cada día a hacerse fotos con aquellos que le consideran un ídolo. Como cada 4 años, durante los próximos 15 días dormiré poco, soñaré mucho, radio y televisión activadas día y noche y a empaparse de pruebas, partidos, rondas, carreras, tiros, lanzamientos, regatas, combates y, sobre todo, historias. Historias de deportistas menos conocidos, hombres y mejores que persiguen la gloria. Y no olvidéis, por favor, que la gloria no es solamente la medalla. La gloria es superarse a uno mismo.






     Más del 50% de los cariocas no quieren los JJOO en casa. Brasil atraviesa una gravísima crisis económica que se agudizará cuando haya pasado el impostor torbellino del Mundial de Fútbol y el este evento de los 5 aros. Las inversiones favorecerán a los que más tienen y hundirán aún más a los que ya poseen nada. Este periodista que escribe se colgó hace unos años la mochila de la impopularidad al afirmar que no quería los Juegos en Madrid. Lo que quería y quiero, como amante apasionado del deporte, es inversión para la base, polideportivos, pistas y medios para los que empiezan y para que los terminan. No confundamos eso con los pantagruélicos presupuestos fallidos que engordaron la tripa de los políticos y de los votantes pero adelgazaron el monedero de los contribuyentes. Si en España fue un bochorno, me puedo imaginar lo que habrá sido para los brasileños.

     Del 6 al 21 de agosto. Deporte en estado puro. Nada me haría más feliz en mi vida profesional que poder cubrir unos Juegos, una cita tan mayúscula que es capaz de convertir al fútbol en un deporte menor. Debe de ser delicioso portar un micrófono en la mano y convertir en héroe a un deportista modesto,
incluso anónimo. Asomarse a disciplinas menos conocidas, consolar al que siente que ha fracasado. Quién sabe lo que nos deparará el caprichoso futuro, pero el presente es disfrutar con mis compañeros de profesión y con esas maravillosas historias que nos van a contar desde Río de Janeiro. Qué hermoso es el deporte.



jueves, 30 de junio de 2016

NI UNIÓN NI RAYO



     Hace muchos años un periodista al que quiero muchísimo me dijo que priorizaba la bondad al talento. Que prefería una buena persona con talento por pulir a un periodista con superávit de talento pero déficit de bonhomía. Aquella enseñanza se me quedó grabada a sangre y fuego, y el paso de los años no ha hecho sino reafirmarla como un mandamiento. Me he encontrado con gente que comunica muy bien a la que nunca reclamaría para mi grupo de trabajo. Y he conocido a periodistas sin aparente brillantez que siempre jugarían en mi equipo. Es más, a mis 37 años ya puedo afirmar con absoluta firmeza que para ser un buen periodista hay que intentar ser una buena persona. Sin esa cualidad es imposible cerrar el círculo.

     Abro con este párrafo porque quiero empezar por lo más importante. Necesito empezar por lo más importante. David Briz, Javier Boned y Antonio Morillo son buenas personas. Muy buenas personas. Iba a añadir que son demasiado buenas personas, pero para mí nunca es demasiado, aunque eso suponga que la vida te espere con su mano abierta para darte una y otra hostia. Desde el 29 de noviembre de 2012, el primer día que Unión Rayo lanzó su ilusión al aire, han tratado con respeto a todo el mundo, han sido humildes, han compartido su ilusión con todo el que aparecía por allí, han trabajado sin hacer ruido y han tropezado en todas las zancadillas que les ha puesto el Rayo Vallecano. Sí, el Rayo Vallecano. Porque los que lo han hecho trabajan y representan al club, basta ya de paños calientes y de rodeos que confunden al aficionado. Se han portado muy bien, incluso demasiado bien teniendo en cuenta el trato que han recibido. Se llevan el reconocimiento de muchísimos empleados, jugadores, técnicos, auxiliares, periodistas y aficionados. Casi 4 años en la cotidianidad del Rayo dan para mucho, y sé que Briz, Boned, Morillo y el resto de compañeros son queridos por el que hace los vídeos, el que sirve un café entre vaciles o el que acude con su libreta a cubrir una rueda de prensa. El cariño no da dinero, pero es imprescindible para sonreír y para no detener la fábrica de nuestras emociones.

     Sigo con lo personal. Imaginemos que profesionalmente Unión Rayo lo hubiera hecho todo mal, rematadamente mal. Todo. Bueno, pues sólo por lo escrito en el párrafo anterior tampoco se merecen el trato que han recibido por parte del presidente, Raúl Martín Presa. No les ha cogido el teléfono, no les ha recibido, no se ha tomado un café con ellos, no se ha dignado a charlar 10 minutos con ellos. Delegó en una persona que se comió el marrón porque de tanto que quiere al Rayo a veces es "tonto". Como lo son muchos de los empleados de este bendito club que, ojo, llegaron mucho antes que Presa, que sienten ese escudo sin haber jugado nunca al fútbol y que algún día rebasarán el límite de aguante a una gestión humana patética. Ayer, mientras David Briz y Javier Boned recogían los bártulos y desalojaban la habitación desde la que hacían sus programas de radio, Raúl Martín Presa agachó la cabeza y ni les dijo adiós. Qué pena, de verdad. Qué alejado de los valores que debe tener el número 1 de una entidad como el Rayo Vallecano. 


    
     Y ahora, lo estrictamente profesional. La decisión empresarial del Rayo Vallecano de prescindir de Unión Rayo es nefasta. Pero lo más grave es que ni siquiera está argumentada con criterios profesionales ni enmarcada en un contexto de seriedad y respeto. El club le ofrecía a mis compañeros “seguir en las mismas condiciones”. Bueno, pues es necesario que vosotros sepáis cuáles eran esas condiciones. No existían salarios de ningún tipo, no les pagaban los desplazamientos ni los hoteles, no podían viajar en el autobús del primer equipo, no tenían la posibilidad de entrevistar a los nuevos jugadores antes de presentarlos al resto de medios de comunicación y no les echaban un cable en tareas comerciales. ¿Sabéis que el acuerdo incluía difusión a través de las redes sociales del club? Hablo de algo que se firmó por escrito. Os invito a repasar el perfil de Twitter del Rayo Vallecano, a ver dónde coño encontráis algo de Unión Rayo. En casi 4 años de existencia, lo que el Rayo le ha dado a su radio “oficial” es un pequeño despacho en la Ciudad Deportiva, una valla de publicidad en el estadio y el privilegio de no tener que abonar el canon que pagan las emisoras de radio por transmitir cada partido. Nada más. La supuesta radio oficial del club. Unión Rayo no le ha costado ni un euro al Rayo, ésa es la verdad del barquero. Pero ni uno. Meo y no echo gota, de verdad.

     Kilometradas en coche, de día y de noche. Excursión interminable para llegar a Ceuta y poder contar la Copa del Rey del equipo juvenil. Programas de más de una hora ¡diarios!, con el esfuerzo y el desgaste que supone esa labor. Stages de pretemporada por cuenta propia. Unión Rayo ha estado cerca del equipo cuando ninguna otra radio lo hacía. Era un servicio público para los hinchas del equipo. Imprescindible e insultantemente barato incluso con un sueldo y con un poco más de ayuda. Pero para mí es infinitamente más importante denunciar el trato que han recibido mis compañeros. Como humilde periodista que ni puede ni quiere vivir sin el Rayo Vallecano, me avergüenzo. Me avergüenzo profundamente de asistir a esta patada en el culo. Me avergüenzo de cómo ha gestionado este asunto el presidente del club. Y me avergüenzo de que no sea una excepción, sino una tendencia alimentada por muchísimas otras cosas.

     Reconozco que no se lo dije a ellos porque no quería que sufrieran más. Pero mientras ellos peleaban su continuidad, yo sabía que era imposible. Porque nunca les dieron cariño, nunca apostaron por ellos, nunca quitaron el pie cuando iban caminando al baño, nunca se preocuparon por lo que hacían, nunca los quisieron ahí dentro. Como decisión de empresa, muy equivocada porque Unión Rayo es un proyecto útil y necesario para el club. Como gestión personal, todo bochornoso. Salvo por mis amigos, que se han vaciado y lo han intentado todo, aquí nunca hubo ni Unión ni Rayo. El qué es incomprensible, pero el cómo es muy doloroso.

martes, 24 de mayo de 2016

LA RAQUETA DE NICO


     El mundo de Nico giraba en torno a Mortadelo y Filemón cuando su madre entró en la habitación. Soltó un respingo, de esos sustos que te llevas cuando tu concentración no admite soslayos ni perfiles. Para Nico sumergirse en los tomos del SuperHumor era una bendición, lo mejor que le podía pasar durante el día. El Superintendente Vicente le recordaba muchísimo a su abuelo, por el cual Nico sentía devoción. Esa cara de bonachón, ese bigote innegociable, esos ojos de amor cuando jugaba con él al baloncesto en aquella vieja canasta del pueblo. "Cariño, te han aceptado en el campamento, acaban de llamar y me lo han dicho". "¡Vivaaaaaaaaaaaaa!". Nico se lanzó a los brazos de su mamá y la mató a besos. Cada beso suponía una lágrima de emoción para esa madre coraje que durante muchos años hizo de madre... y de padre.
   
     Menudo campamento más chuli. 25 días de actividades, aprendizaje y aventuras en torno a su gran pasión, el tenis. Sí, este muchachín de sólo 12 años jugaba de maravilla, aunque a esas edades nunca se sabe qué pasará en el futuro. Pero Nicolás (así le llamaba su abuelita) cogió una raqueta con 3 años y hasta ahora no la había soltado. Era muy responsable, asombrosamente responsable para ser tan jovencito. Su madre lo acompañaba a todos los torneos, pero nunca había abandonado el discurso de diversión, de hobby, de esa responsabilidad descargada de presión. Si llegaba, estupendo. Si no, que nunca odiara el deporte, que nunca aborreciera la raqueta que ahora tanto le entusiasmaba. Nico se sabía de memoria todos los partidos de los grandes torneos, desde la previa hasta la gran final. Sus amigos del colegio (y los padres de sus amigos) alucinaban cuando era capaz de recitar quiénes habían ganado Australia, USA, Roland Garros y Wimbledon en, por poner un ejemplo, 1986. "Joder con este niño, qué máquina", murmuraban los profesores por los pasillos de ese colegio ubicado en el barrio madrileño de Usera.

 
     Durante las noches anteriores al campamento, Nico durmió muy mal. Estaba nervioso, pero no era más que ese gusanillo de emoción que recorre nuestras entrañas cuando la fábrica de ilusiones que habita en nuestro interior trabaja a pleno rendimiento. En mitad de la madrugada Nico simulaba partidos de tenis que sólo existían en su imaginación... y en el movimiento de su cuerpo imitando golpes increíbles. Se hizo esperar, pero por fin llegó el día de presentarse en Villaralbo, ese pueblecito de Zamora que acogería el campamento que cambiaría para siempre la vida de nuestro niño.
   
     No tardó más de unas horas en hacer amigos. Nico era muy extrovertido, simpático a rabiar, con unas ocurrencias asombrosas. No tenía madera de líder porque era incapaz de evadirse de las preocupaciones de los demás. Estaba pendiente de los pequeños detalles, inconscientemente sabía quién necesitaba una broma, quién una caricia, quién una gominola, quién una invitación a charlar un rato o quién ayuda para recoger las decenas de pelotas que se quedaban esparcidas por las pistas. Se sentía inmensamente dichoso buscando las sonrisas de los demás. Eso le hacía infinitamente más feliz que llegar a la final de un torneo o enganchar un paralelo demoledor desde el fondo de la pista.
   
     Nicolás (otro guiño a la abuela, a la que ahora el Alzheimer le hacía dudar hasta de su reflejo en el espejo) era disciplinado a rabiar. Muy organizado, obsesivamente organizado. Lo apuntaba todo en una pequeña agenda que custodiaba como si fuera el mayor de los tesoros. Horarios de partidos, turnos de limpieza, tiempo libre para poder leer los cómics o días para ver duelos tenísticos en la pequeña televisión de esa cantina en la que servían el mejor zumo multifrutas del mundo. Y Nico era, sobre todo, muy inocente. Ayudaba de corazón. Y nunca pensó que hubiera gente que pudiera albergar sentimientos como la envidia o el egoísmo. Sentimientos que seguro él mismo tenía también guardados en una esquinita de su alma, desactivados hasta que la vida le hiciera desprenderse de algunos saquitos de ese elixir de la inocencia.
   
    El campamento fue genial. Nico era inmensamente feliz. Tan, tan feliz que la mismísima felicidad hubiera detenido el tiempo para congelar esa sonrisa en la eternidad. Progresaba mucho en el tenis, había conocido muchísimos amigos nuevos y los monitores habían quedado encantados con él. Pero en la intimidad Nico sufría porque era muy autocrítico, enfermizamente autocrítico. Nunca estaba satisfecho con lo hecho, aunque ganara el partido de forma apabullante. "Se puede mejorar", le repetía una y otra vez a Javi, un ex tenista profesional que era tutor, profesor, padrino y casi "papá" del protagonista de nuestra historia.



 
    Nico creció. Ya a mitad de abrazo de la adolescencia, ingresó en un Centro de Alto Rendimiento para jóvenes tenistas. Le gustaba, se le daba bien, no se creía nadie, interiorizaba consejos y reprimendas con una madurez impropia de su edad. Su vida era tenis, estudios, amigos del CAR, mamá y sueños. Sí, los sueños alimentaban la mente de Nicolás, que agradecía al destino que esos anhelos se fueran cumpliendo casi sin darse cuenta. Sus compañeros de entrenamientos eran su familia, con ellos pasaba más tiempo que con cualquier otra persona que compartiera su sangre. Formaban un buen grupo, aunque fueran muy diferentes. Nico hablaba poco y abrazaba mucho, una definición aparentemente simplista que sin embargo esconde un buen corazón humano. Él, en general, se sentía muy querido, lo cual le reconfortaba más que cualquier victoria con la raqueta. Todo cambió aquel día gélido y ventoso de finales de enero.
   
     Echaron a varios compañeros de Nico. Y echaron a Javi. Fue él mismo el que se lo contó todo. Con dulzura y tranquilidad, sin reproches. Javi no quería envenenar a Nico, aunque conocía la razón real de las decisiones y los movimientos internos y externos que se habían producido para ejecutar esa sinrazón. Nico, que adoraba a Javi, no tenía consuelo. No quería seguir allí ni un minuto más. No quería volver a jugar al tenis nunca jamás. No entendía nada, no podía parar de llorar. No celebró ni su 16º cumpleaños, preso de un disgusto inconsolable. Nico desconocía en ese momento que lo peor estaba por venir.
   
     Cambió. Seguía volcado en intentar ayudar a los demás, en perseguir sonrisas como modo de vida. Una actitud que, paradójicamente, le hizo descuidar por momentos a los que más le querían, aunque de eso se dio cuenta mucho más tarde. Pero cuando entraba en el Centro de Alto Rendimiento, gestionado ahora de manera desastrosa y anclado en una mediocridad que corroía las entrañas, se ponía una coraza impropia de su carácter risueño. Se entrenaba muy bien, con ganas porque él no sabía dejarse llevar, la autocrítica siempre ganaba a la decepción. Pero más allá de sus obligaciones como tenista, no entendía cómo los supervivientes no se habían unido para construir una resistencia que, con argumentos y hechos, peleara por hacer justicia. Se reprochaba día tras día no haber luchado más, no haber buscado soluciones para aquella tremenda injusticia, no haber empujado un poquito más para que lo sucedido no estuviera ya en el fondo del océano de los olvidos. Pero eso no era lo que más le dolía a Nico. Lo que más le encogía el corazón era saber que las caricias, los abrazos, las conversaciones, los guiños, los mensajes, los síes sin condiciones, los marrones que para él no eran tales se quedaron en el país de la indiferencia. Eso le jodía de verdad.


 
     A Nico le gustaría ser otra vez el muchacho más inocente del planeta. Pero ya no puede. Se sigue esmerando por perseguir sonrisas, por que su gente esté orgullosa de él, por no permitir que unos ojos cerrados ignoren uno de esos pequeños detalles que siempre consideró básicos. Es inconformista, es inquieto, es soñador. Pero sabe que en uno de los pilares de su vida ha dejado de ser él para seguir siendo él. Una antinaturalidad que quema. Una paradoja que sólo se palía pegando raquetazos.



lunes, 11 de abril de 2016

1/4 EUROLIGA: ANÁLISIS Y PRONÓSTICOS



    Ya están aquí las eliminatorias de cuartos de final de la Copa de Europa de baloncesto. Y emergen a lo grande, con 5 hipotéticos choques en 2 semanas y largos viajes de por medio. Unas series que vienen precedidas del mejor Top 16 de la historia, curiosamente el último porque la temporada que viene se estrena el formato "todos contra todos". A priori, un cruce muy decantado y 3 duelos con una igualdad extrema, aunque en muchas ocasiones el baloncesto se encarga de enterrar pronósticos previos. Nosotros aquí vamos a analizar y a pronosticar, admitiendo de partida, nobleza obliga, que la última vez que acertamos una apuesta a Felipe Reyes no le había salido ni barba. Advertidos estáis. Sí, a vosotros también os pido que os mojéis con vuestros comentarios en este mismo blog o, si lo preferís, a través de las redes sociales. Vosotros elegís siempre el menú ¿Vamos allá? ¡Vamos allá!



FENERBAHCE - REAL MADRID

   
     El equipo que comparte con el CSKA el mejor balance de la competición (19-5) contra el actual campeón, ese Real Madrid (12-12) que ha convertido la película de Woody Allen "Match Point" en una saga con varias entregas. Reedición de la semifinal 2015, en la que los de Pablo Laso se mostraron muy superiores. Me imagino a Obradovic orando el pasado jueves para que el Khimki eliminara al Madrid, aunque en su fuero interno sabía que el actual ADN merengue no suele conceder ese tipo de sorpresas. Lo que hace años era impensable, ganar cuando debes ganar, se ha convertido ahora en la principal cualidad de este Real Madrid lasiano 5.0.
   
     Eliminatoria igualadísima, apasionante, espectacular. Ojo a la baja de Jan Vesely, jugador indefendible que sería capaz de jugar por encima de 3 aros colocados uno encima de otro. Los turcos poseen un arsenal dirigido por Obradovic, un genio que con tiempo siempre arma un equipo campeón. Ekpe Udoh (mejor taponador de la competición) le hará sufrir mucho a los pivots del Madrid, Pero Antic es un soldado capaz de luchar en varias guerras a la vez, Bobby Dixon coge rachas de meter hasta las zapas, Luigi Datome ha vuelto a Europa para hacer cosas grandes. Y Bogdanovic, Sloukas, el cada vez más recuperado Hickman. Todo al calor de un modernísimo pabellón ubicado en la zona asiática de Estambul que acoge a miles de enfervorizados hinchas futboleros. No es casualidad que los otomanos lleven sin caer en casa desde hace 15 meses.

   
     Me lo prometí después de la Copa del Rey y lo cumpliré aunque me apunten con un revólver en la sien: jamás volveré a dudar de este Real Madrid de Pablo Laso. Incluso el año en el que han errado en los fichajes, la etiqueta ganadora de los Llull, Felipe, Chacho, Ayón y compañía aparece el día D y la hora H. En los partidos de verdad. Y estos, creedme, lo van a ser.

PRONÓSTICO: Fenerbahce 1 - Real Madrid 3.



LOKOMOTIV KRASNODAR - BARCELONA

    Otra serie sencillamente colosal. El Barcelona (14-10) más irregular de Pascual se ha metido en el Top 8 con acciones de película en los últimos segundos de varios partidos: el triplazo de Doellman en el Palacio, el disfraz de héroe del propio "Capitán América" en la segunda prórroga contra el CSKA o la remontada frente al Madrid tras dejarse levantar un 31-6. Ahí está, a las puertas de volver a la Final Four tras el disgusto de hace un año ante Olympiacos. Pero ojo, el enemigo es un señor equipo (17-7) al que creo que todos, consciente o inconscientemente, hemos infravalorado durante esta Euroliga.

   
     Tiene a Malcoln Delaney, potencial MVP de una Final Four... de aquí a Rusia. Víctor Claver está completando una campaña sobresaliente, jugando 30 minutos por velada y firmando dobles figuras como el que va a hacer la compra. Singleton y Randolph son americanos de muchísimo nivel. Janning, Bykov o el propio Draper, complementos magníficos para afrontar 5 envites a cara de perro. Todos ellos comandados por Bartzokas, que sabe lo que es levantar la Copa de Europa y con el que tengo también la sempiterna sensación de escaso reconocimiento. Muy difícil para el Barcelona, que necesitara al mejor Abrines y a este Satoransky estratosférico para robar una victoria en una cancha casi infranqueable. ¡Ah! Una cosa: ¿qué demonios ocurre con Ante Tomic?

PRONÓSTICO: Lokomotiv Krasnodar 3 - Barcelona 2.



BASKONIA - PANATHINAIKOS

    Me quito el sombrero, el gorro, la boina y hasta la txapela con la pedazo de Copa de Europa que se está marcando el Baskonia (15-9). Ha amarrado la ventaja de campo en un Top 16 casi pornográfico. Le ganó a Barça y Madrid en casa y fuera, tremenda hazaña. Y se planta en estas latitudes con opciones muy serias de estar en una Final Four que en verano parecía una quimera. Advierto que voy a ser un poco contradictorio porque este Panathinaikos (15-9) no me transmite nada especial, leyenda Djordjevic aparte. Me cuesta hasta verlo en cuartos y sin embargo creo que puede dar la sorpresa. Rascar algo en el OAKA de los 22.000 fanáticos es una misión muy compleja.
   
     Diamantidis, excelente Euroliga en el balcón de su retirada. Calathes es un jugador imperial, decisivo. James Gist, un tipo que llegó a Atenas como temporero y que ya casi es un griego más. Muy físico, le gusta jugar siempre cerca del cielo. Raduljica, duro como un pilar romano. Feldeine, ni fu ni fa y jugando cada vez menos minutos. Haynes, Fotsis, Kuzmic, todos correctos, sin alardes, cada uno en su función. No me parece un equipazo, no hubiera apostado jamás por ellos para estar en Berlín, y sin embargo me zumba un moscardón al lado de la oreja que me dice que la pueden liar.

   
     Supongo, en cualquier caso, que el potencial MVP Bourousis, odiado por los aficionados del trébol, no estará en absoluto de acuerdo conmigo. Ni Hanga, que ha roto y no tiene techo. Ni los bases más heterodoxos de Europa, James y Adams. Ni Perasovic, un tío que no renunciaría a ganar ni desde una barcucha quebrada y hundida en medio del Océano Pacífico. Bueno, muchachos, arriesgo muchísimo con este pronóstico. La gran paradoja me ha invadido.

PRONÓSTICO: Baskonia 2 - Panathinaikos 3.




CSKA MOSCÚ - ESTRELLA ROJA

    Muy decantada en la pizarra inicial, a menudo algo tartufa. Los rusos se plantan en cuartos con un 19-5 y los serbios con un 12-12. Pero más allá de los números, la ventaja de campo y la diferencia de plantilla, mi predicción de gran desigualdad se basa en el momento actual de los actores. De Colo es un jugador impresionante, suma en todos los departamentos, parece que juega a cámara lenta, el viejo truco que utilizan los que son más inteligentes que los demás. Teodosic, letal al menos antes de entrar en el último minuto de los partidos. Vorontsevich, siempre factor diferencial. Higgins, Freeland, Fridzon. Son muy buenos y además se presentan en esta serie en un gran pico de forma.
   
    Todo lo contrario que el Estrella Roja, para el que estar entre los 8 mejores del Viejo Continente es una hazaña gigantesca. Jovic, impenitente asistente, se ha apagado hasta dañar el corazón de los que estamos enamorados de él. Zirbes anota y rebotea menos, bajando un par de peldaños su nivel marciano. Quincy Miller ya no se muestra tan súper, lejos quedan sus grandes exhibiciones de este curso 15-16. Y al ex partisano Kinsey le está costando entrar en la dinámica rojiblanca. Les daría un partido si eligieran la Pionir, pero como irán al Belgrado Arena pierden también ese bonus.

PRONÓSTICO: CSKA Moscú 3 - Estrella Roja 0.

   
    
     Por tanto, mis semifinales de Berlín serían Real Madrid - Panathinaikos y Lokomotiv Krasnodar - CSKA Moscú. No os fieis nada, amigos.

sábado, 12 de marzo de 2016

CESTA VA, CESTA VIENE


     Sergio Llull, ese tipo que piensa que todo es posible, y que ya ha convencido a todos, los suyos y los que no son suyos, de que todo es posible, lanza una mandarina (con toda la intención, ojo) desde Torrent y logra que en la Fonteta el 100 pase al 1, el decibelio al silencio cementerial, el blanco al negro, la euforia incontrolable a la terrible decepción, el 18-10 de tensión al 4-2 y las ganas incontrolables de saltar a la enorme flojera de piernas. Y que en miles de hogares españoles ese proceso sea justo al contrario. Creedme, es casi imposible encontrar otro deporte en el que en apenas un segundo el ser humano invierta los extremos de sus sentimientos. El deporte son imposibles, cambios y últimos minutos, pero no tan acusados como el dios del baloncesto hace posible de vez en cuando.
   
     Justin Doellman creyó cuando ya casi nadie lo hacía. Convirtió una de las actuaciones más memorables de la historia de la Euroliga en una faena de aliño cargada de paz espiritual. En menos de 5 segundos se cascó un triple, lo celebró, bajó a defender, respiró, intuyó, dio varios pasos hacia adelante, corrió, robó el balón, se frenó, se alzó y la enchufó limpia. Si el Barcelona logra hacer algo grande en esta Copa de Europa, que encarguen en la Ciudad Condal una estatua gigante del Capitán América. Qué fe del americano y de todo el Barça porque el CSKA tenía el partido ganado y la pifiaron en varias ocasiones con un carrusel de torpezas impropias de un equipo tan potente. Permitieron que Hines fuera a su patíbulo del tiro libre y disfrazaron una vez más de irresponsable a Teodosic, cuando el partido llegó a los momentos de la verdad siempre eligió mal. Fue un final apoteósico, otro de esos momentos que siempre guardaremos en nuestra cajita de momentos asombrosos.

   


     Hoy me gusta el baloncesto más que ayer. Y estoy convencido de que hoy me gusta el baloncesto menos que mañana. Cada día de basket aparecen muchos motivos para amar con desenfreno a este deporte, pero los últimos tiempos están siendo gloriosos. La Copa de Coruña fue fantástica, con sorpresas que se echaban de menos en años anteriores. El grupo del infierno en el Top 16 es una bendición para el aficionado, nos quedan 4 jornadas espectaculares, difícil que se repita esta emoción en temporadas posteriores. La NBA, cuya "regular season" nunca me entusiasmó, nos está regalando momentos mágicos, con esos Warriors y ese Curry que convierten el baloncesto en la actividad de ocio más excitante del planeta. Hoy mismo nos hemos levantado con un triple ganador de Ricky Rubio tras un jugadón de Wiggins.

     La vida sin el baloncesto sería mucho más aburrida. Salivo a litros sólo de pensar en lo que nos queda por delante, con los JJOO en el fondo de la recta. Emoción tras emoción, partidazo tras partidazo, cesta a cesta. Y en los últimos tiempos estas cestas están siendo simplemente antológicas.


lunes, 22 de febrero de 2016

NO DUDARÁS


    Pablo Laso ha dormido muy pocas horas. Sergio Llull, menos todavía. Y el Chacho. Y Felipe. Y por supuesto Nocioni, que quizá se haya vuelto a escabullir a última hora de la noche (o primera hora de la mañana) para alimentar su ritual de bañarse en Cibeles. Ellos, y algunos más, están haciendo historia. “Estamos en una edad perfecta para seguir ganando títulos”, advirtió Sergio Rodríguez 10 segundos después de coronarse campeón de Copa por tercer año consecutivo. Sí, escribir “han hecho historia” sería una temeridad porque es evidente que este equipo campeón aspira a seguir engordando su leyenda.




    Ninguno de los entrenadores de los equipos no clasificados para la Copa apostó por un Madrid campeón en el pronóstico previo al evento. Yo, tampoco. Menuda panda de ilusos, servidor el primero, que soy el que menos conocimientos poseo. Este Real Madrid de Laso ha cimentado el 11º mandamiento, un imperativo que en caso de no cumplir a rajatabla provocará un inmediato descenso a los infiernos. “No dudarás”. Un mandamiento que queda grabado para siempre a sangre y fuego en la frente de todos los que sentimos pasión por este maravilloso deporte llamado baloncesto.
    
     Yo veía esta Copa muy abierta, muy equilibrada, muy ajustada. Con margen por fin para las sorpresas después de más de un lustro de tiranía de los equipos más grandes. Ni Barcelona ni Valencia aterrizaron en A Coruña en su mejor momento, por lo que me la jugué por Baskonia, un equipo que me está enamorando en el Top 16 y con enormes cualidades para competir durante 3 días de máxima exigencia. Sergio Llull, en un par de minutos mágicos, se encargó de dinamitar las opciones baskonistas de volver a reinar en el torneo copero. Llull, el ídolo del madridismo. Un ganador impenitente.




    Sí, definitivamente este Real Madrid es un equipo ganador. Muy ganador. Insultantemente ganador. Porque esta vez ha levantado el título lejos de su mejor nivel. De los jugadores que forman la plantilla merengue, considero que sólo 3 exhiben ahora mismo su versión más completa: Gustavo Ayón (estratosférico), Jonas Maciulis y KC Rivers. Podría incluirse en esa remesa Jaycee Carroll, aunque con matices. Pero si analizamos fríamente la cuestión, actores capitales como los Sergios, Felipe o incluso Nocioni no muestran en este primaveral febrero su mejor baloncesto. ¡Y sin Rudy, ojo, un jugador decisivo en ambos lados de la cancha! No importa porque son ganadores. Se han acostumbrado a ganar. Saben cómo ganar. Saben cuándo ganar. Y lo hacen. Porque esta Copa la comenzaron a cimentar en Sao Paulo, allí se celebró una reunión en el vestuario para acordar llegar lo mejor posible al Coliseum de Coruña. Valencia Basket ha ganado 32 partidos y ha perdido sólo 5. El Real Madrid ha ganado 28 y ha perdido 13. Insisto, sabe cuándo ganar. Un argumento que sirve también para la Copa de Europa.




    La Copa 2016 es un éxito gigantesco para un grupo que ha conseguido paliar el escaso impacto de jugadores como Ndour, Thompkins o Taylor. Mérito infinito para los pesos pesados del vestuario. Y también para los dirigentes, que en su momento supieron ver que los Rivers, Nocioni o Maciulis ganan más campeonatos que partidos. Y eso en el baloncesto de élite no tiene precio. Pablo Laso acaba de conquistar su 11º título, los mismos en 4 años y medio que la sección en los 5 lustros anteriores. Pablo Laso y sus muchachos han alzado su 4ª Copa en 5 años, cuando antes de llegar él al banquillo el último título copero databa de 1993. “No dudarás”. Porque mientras incumples ese sagrado mandamiento, existe un equipo legendario que se sabe de memoria, venda en los ojos incluida, el camino a la Comunidad y el Ayuntamiento. Porque son ganadores como la madre que los parió.