"Hijo, que te acaban de llamar de Onda
Madrid, que te han cogido". En pleno mes de
junio de 1999, cuando los muchachos ni siquiera llevábamos un teléfono móvil con nosotros a todas partes, mi madre
consiguió localizarme en
casa de mi amigo Chiqui, que como era el único que tenía piscina era
invadida cada tarde de verano por todos sus colegas. Mamá estaba llorando. Lágrimas de alegría, de felicidad, de emoción. Sólo ella había asistido a mis sueños radiofónicos desde que era un renacuajo. Sólo ella compartía mi devoción por ese transistor que llevaba pegado a
la oreja desde ni me acuerdo cuándo. Sólo ella me había escuchado narrar desde mi habitación partidos reales o ficticios. Sólo ella sabía lo que significaba para mi trabajar en la radio. Yo nunca quise
ser médico, ni piloto, ni
profesor, ni futbolista. Yo siempre quise ser periodista. Yo siempre soñé con ser locutor de radio.
Durante la mañana de ese mismo día mi madre, la persona que en condiciones
muy difíciles me ayudó a estudiar una carrera y formarme lo
mejor posible, entró en mi habitación y me dijo: "Llama a Onda
Madrid, que te vas a quedar sin hacer las pruebas". Yo estaba liado
preparando el programa diario de deportes que teníamos en Radio Miraflores de la Sierra. Para mí cada programa era como jugar una final
de Copa de Europa diaria, así que allí andaba estrujándome el cerebro para cocinar una hora de radio digna. Los que me
conocen saben que cuando preparo un programa tengo mis rituales y mis manías (¿verdad, Rosita?), y además como no me sobra talento necesito mucho trabajo. Pero le hice
caso a mi madre. Pude no hacerlo, y no estaría escribiendo estas líneas. Pero afortunadamente le hice caso y levanté el teléfono. "Buenos días, quería hablar con José Luis Poblador, por favor". "Sí, soy yo. Las pruebas para entrar en Madrid al Tanto son esta
misma tarde a las 4".
No me jodas, esta misma tarde. ¡Mierda! A esa misma hora tenía el programa en Radio Miraflores, y eso para mí era una responsabilidad innegociable.
Cada tarde de verano subía por la carretera
de Colmenar con mi Renault 5 (¡4 marchas!) con todas las ventanas abiertas para que entrara un
poco de aire, aunque fuera caliente como un horno. Llamé a mi compañero de andanzas (Jorge Aznal) y le dije que esa tarde no podía ir. Me sentía fatal, como si hubiera traicionado mi deber. Con el tiempo me he
dado cuenta de que esa disciplina me ha ayudado muchísimo en mi profesión. Ese día (¡sólo ese!) me borré de Radio
Miraflores... y el destino me echó un cable. Allá vamos, a hacer las
pruebas para entrar en Madrid al Tanto, programa que yo escuchaba cada domingo
por la mañana y que como
cualquier oyente tenía idealizado.
Estaba cagao, acojonao vivo. Más aún cuando llegué al edificio de Telemadrid/Onda Madrid y
me encontré con unos 50
chavales como yo que habían ido a lo mismo.
Llegó mi turno y conocí a José Luis Poblador. En ese momento ninguno de los dos sabíamos que ahí nació un vínculo que, pase lo que pase, va a durar
toda la vida. Para él todavía era Carlos, ahora soy Blas. Para él y para muchos oyentes y socios de
profesión. "Carlos,
a narrar". Encendió la tele y apareció aquel Atlético de Madrid - Ajax de la
Champions, en concreto la jugada en la que marcó el portugués Dani. Lo hice lo
mejor que pude, pero honestamente creo que fue una mierda. Casi nunca me quedo
satisfecho con lo que hago, un enorme defecto que soy incapaz de corregir.
Entre la autoexigencia y la flagelación la línea es demasiado
delgada, y creedme, a veces se pasa mal. En fin, salí de allí poco convencido y
me fui a hablar de chicas, de música y de chorradas a la piscina de mi gran amigo Chiqui. Allí recibí la llamada que cambió completamente mi vida.
En 1999 comenzó mi etapa en Onda
Madrid. El 31 de agosto hice aquel inolvidable Cercedilla 1 - Coslada 2. Canté mi primer gol en la radio, de Lucas para
los locales. Y fui inmensamente feliz. Durante ese partido y durante los 13 años y medio siguientes. En Onda Madrid he
hecho 100.000 cosas más de las que contenían mis sueños, me siento muy afortunado, no todo el mundo puede decir que ha
cumplido sus sueños multiplicados
por 100.000. He disfrutado como un niño narrando partidos de Tercera y finales de Euroliga. Y fútbol sala, balonmano, eventos de
atletismo, qué sé yo, de todo. Un rodaje y una experiencia
impagables. Amo todos los deportes, amo la radio, qué más puedo pedir, la
vida me ha sonreído, he sido
inmensamente feliz con un micrófono entre las manos. Y además he formado parte de un proyecto en el que los imposibles se
intentaban. Periodismo también es viajar 1000
kilómetros al día en una Eurocopa con la única compañía de unas galletas Leibniz, coger por la pechera a un ruso para
que te instale una línea digital, dormir
en el único tugurio
disponible de un pueblo austriaco o narrar el playoff de un equipo de Tercera
rodeado de paisanos del equipo rival cabreados con tus alaridos de gol. He sentido en el alma la
adrenalina de la radio, una droga que engancha. Joder, he sido inmensamente
feliz haciendo radio, eso hay que vivirlo, no se puede explicar. Para un romántico de estadios y pabellones como yo,
he tenido el enorme privilegio de conocer un montón, incluso aquellos míticos que alimentaban mis sueños de radio antigua. Os confieso que cada vez que terminaba una
transmisión me quedaba 1
minuto observando el pabellón o el estadio de
turno porque yo sabía que aquello tendría fecha de caducidad y que no podía olvidar que estaba viviendo un sueño. De lo poco de lo que puedo presumir es
de que en estos últimos 15 años y medio no he olvidado ni un solo
segundo que era un privilegiado y que cientos de personas hubieran pagado por
hacer lo que yo hacía. Y que ni un solo
día, ni en un solo
viaje, ni en un solo programa, ni en un solo entrenamiento, ni en una sola
entrevista, ni en un solo partido, ni en un solo inalámbrico, ni en una sola producción, ni en una sola conexión, ni en una sola función me he dejado llevar. Nunca. Ni siquiera en los últimos y difíciles tiempos. Para mí ha sido una enorme fortuna no nacer con un talento comunicador
innato, eso me ha ayudado a luchar mucho, a trabajar mucho. Y es una enorme
suerte porque te ayuda a superarte cada día.
Mañana dejaré atrás 16 años menos 5 meses de
mi vida. No de mi trabajo, sino de mi vida. Onda Madrid para mí ha sido mi vida. En Onda Madrid he
madurado, en Onda Madrid he conocido a amigos que lo serán para siempre, en Onda Madrid me he
encontrado con la mujer de mi vida, en Onda Madrid he llorado (por dentro, quizás sea una forma de protección) de alegría y también de rabia, en Onda
Madrid he aprendido muchísimo, en Onda
Madrid también me he llevado las
decepciones personales más profundas de mi
existencia, en Onda Madrid he perdido amigos por el camino. Lo dicho, los años más importantes de mi vida. Echo la mirada atrás, repaso algunos audios, algunas fotos y
algunos recuerdos y sólo puedo dar
gracias desde lo más profundo de mi
corazón por lo feliz que
he sido. Enormemente feliz, joder. FELIZ con mayúsculas.
Soy reservado, pero a la vez extrovertido, aunque parezca una
contradicción. Prefiero no
aportar muchos nombres aquí porque quienes me
conocen saben que yo siempre intento que los demás reciban mi energía. No me guardo besos ni abrazos, me jode que se queden por el
camino por pudor o vergüenza. Aunque luego
con el tiempo te asalte la certeza de que a veces no recibiste lo que muchos días diste con discreción. Bueno, quizá los seres humanos no podemos o no sabemos aparcar el egoísmo. En el repaso mental que hago a
diario y que he intensificado durante los últimos días he corroborado
que durante estos años he cometido
muchos, muchísimos errores. Pero
siempre he intentado fomentar el buen rollo, las sonrisas y el respeto. Desde
la inocencia del principio y desde la experiencia del final. Me he afanado en
conseguir que los veteranos y los recién llegados vieran en mí a una persona que les podía ayudar. Qué menos, ¿no? Asumo que desde enero de 2013 (ERE)
he cambiado. A pesar de las cientos de equivocaciones que a menudo martillean
mi cabeza, me siento profundamente orgulloso de haber dejado de ser yo... para
ser yo. Yo me entiendo, y algunos de vosotros sé que también. Es jodido, muy jodido, como asistir a un capítulo diario de una continua contradicción. Pero era necesario. Pido perdón de corazón si en los últimos tiempos
alguien que no lo mereciera ha recibido de mí un gesto, una palabra o una indiferencia injustos.
Aparco Onda Madrid. Ayer hice mi último partido de basket (¡cuántas alegrías me ha dado el binomio baloncesto - radio, Dios mío!). Mañana haré mi último partido de fútbol. Me hace mucha ilusión poder despedirme en Vallekanfield, en la cabina 18, entre mi
gente. Siempre digo que ni aunque viviera un millón de vidas seguidas me llegaría para devolver el cariño que recibo en el barrio. No sé qué deparará el futuro, pero jamás olvidaré lo feliz que he sido en la radio junto al Rayo Vallecano y su
gente. Y con todo lo demás, demonios. He
flotado, he levitado, he vivido en una nube toda esta aventura, ha sido una
constante y excitante montaña rusa. "Disfruta
hasta el final de la radio a la que tanto quisiste", reza un mensaje
muy especial que he recibido en las últimas horas. Es verdad, yo quise con locura a aquella Onda Madrid,
y he tratado de demostrarlo cada día de mi curro. Una etapa de mi vida fascinante, hermosa,
inolvidable, irrepetible. En estas líneas no quiero ni una pizca de ese rencor que albergamos los seres
humanos cuando te duelen las cosas, a pesar de que Onda Madrid también me ha mostrado la profunda maldad
humana, esa que cuando eres pequeño piensas que no existe. Ahora sólo cargo una enorme y pesada mochila de agradecimiento. Gracias a
todos los compañeros que me han
enseñado y de los que
sigo aprendiendo hasta el último día. A algunos yo los escuchaba cuando era
pequeño, ¡eh! jajaja. Gracias a la gente que dejo
allí y que merece la
pena. Gracias a los compañeros de profesión y de batallas que me regaláis vuestro cariño. Y gracias a ti, Pobla, por apostar por un imberbe de 19 años que aprobaba en ganas y suspendía en todo los demás. Sin tus enormes cojones quizá jamás habría podido disfrutar
de mi gran pasión. GRACIAS.
Onda Madrid, off. Radio Marca, on. ¡Viva la radio! El lunes comienzo una nueva aventura, una aventura
fascinante. Se me cae la ilusión de los bolsillos, funciona a pleno rendimiento la fábrica de mis sueños. Tengo unas enormes ganas de trabajar
con compañeros a los que
llevo escuchando muchos años. A mi gente le
digo que no se preocupe, que aunque esto parezca una locura (y quizá lo sea), también esta vez va a salir bien. Y que gracias por apoyarme una vez más en todo a pesar de los miedos y las
dudas. Me gusta el riesgo, no puedo quedarme parado, qué le vamos a hacer. Necesito darle algo más a mi profesión y, sobre todo, recibir muchas más toneladas de esa inefable pasión llamada radio. Seguiremos aprendiendo del oficio y de la vida.
Estaré encantado si me
queréis acompañar y arropar en este nuevo desafío. ¡Adelante! Gracias a todos por compartir conmigo la magia... de la
radio.