Etiquetas

jueves, 11 de septiembre de 2014

PESADUMBRE EN EL LÍMITE DEL FIN DE CICLO


                
     Siempre me pasa lo mismo. Cuando España protagoniza un gran batacazo en cualquier deporte, durante las horas siguientes tengo la necesidad compulsiva de escuchar, ver y, sobre todo, leer mucho sobre el asunto en cuestión. 5 horas de sueño me han servido para recibir con lucidez los análisis de compañeros periodistas como Fernando Ruiz, José Joaquín Brotons o Ruben Uría. Enfoques muy diferentes, lo cual siempre enriquece al receptor. Seguro que a estas horas aún se me escapan buenas crónicas y reflexiones de una de las derrotas más severas de la historia del baloncesto español. No dudéis en enlazarme contenidos propios o ajenos en los comentarios si lo estimáis oportuno, estaré encantado de leerlos. Aquí va mi opinión, moderadamente limpia a pesar de tanta lectura.
     
     Ha sido una terrible desilusión, una decepción mayúscula. El qué, caer, y el cómo, inferiores, derrotados y sin recursos ante una Francia excepcional a lomos de un Collet superlativo. El campeón de Europa preparó muy bien la cita. Sin Parker, pero con Diaw, cuya inteligencia siempre se impone a su físico. La primera parte del “gordito” galo fue deliciosa. Tras el 0-8 inicial el único guión español fue la angustia, un impostor en cualquier eliminatoria de “me quedo o me voy”. Una ansiedad que se transmitía en el juego, en los gestos… y en el altísimo hombre barbado que aún es Seleccionador Español de baloncesto.
     
     Juan Orenga. El gran señalado. Discutido desde su llegada al banquillo por su escasa experiencia y su nulo carisma. No rebato lo que ahora es una obviedad. Fue superado por el partido, por la cita mundialista… y posiblemente por el cargo. Aquellas críticas severas a Sergio Scariolo parecen ahora un parque de bolas comparado con la censura unánime a las cualidades de Orenga. Lo que se le pide al director de un equipo con actores tan buenos es que en los momentos difíciles saque del baúl táctico un recurso. Una zona, un Felipe… un algo. Y ahí Orenga ha fallado con estrépito. Espero con avidez la comparecencia pública de José Luis Sáez mañana, pero la continuidad del actual seleccionador parece sólo tener cabida en una película de ciencia ficción. De todos modos, creo que es necesario escribir que reducir la explicación a la labor del entrenador es simplista.



                
     No es normal que ni en el peor día de sus vidas Marc e Ibaka perpetren un 2/14 en tiros de campo. No es normal que la España de Navarro, Rudy, Llull, Calderón o Chacho firme un “no la metemos ni en el Océano Pacífico” cuantificado en un 2/22 desde el perímetro. No es normal que 5 de los 9 jugadores españoles que participaron terminen con valoración negativa. No es normal que treintañeros con el culo “pelao” y 1000 victorias en el zurrón transmitan esa angustia dolorosa. No es normal que un equipo con tanto oficio sea incluso incapaz de sacar provecho de las eternas muescas caseras de Lamonica. No es normal que un conmovedor y (semi) lesionado Pau Gasol sea el único asidero al que agarrarse cuando la carretera se empina. Nada fue mínimamente normal, por eso esta función ya está en el buzón de los horrores de nuestro basket.
                
     Frío como el hielo, sentado delante de esta pantalla de ordenador, apedreando con fervor el teclado, comparto con vosotros que creo que a esta generación aún le queda una bala. Pero claro, ¿qué bala? Ya no acudimos con la etiqueta de campeón, ese código de barras que te clasifica automáticamente para los siguientes grandes campeonatos. Ahora hay que jugar en Francia el verano que viene para estar en Río de Janeiro al siguiente. Y si no presentarse en un Preolímpico en el que ni de lejos acudiría el mejor equipo posible. Dudas, muchas dudas. Incógnitas, demasiadas incógnitas. Un bajonazo de dimensiones siderales que necesita decisiones, renovaciones y objetivos que alimenten la inconsolable pesadumbre de los aficionados españoles.



                  
     Gancho este para hablar de un asunto colateral, pero trascendente. No he estado presente en ningún partido de España en esta Copa del Mundo. No tiene ninguna importancia, pero como este blog es personal me tomó la licencia de confesar que ha sido jodido estar tan alejado de un equipo con el que he disfrutado con pasión gracias a mi profesión. El hecho de no haber acudido al palacio minimiza el valor de mi opinión, pero desde el respeto necesito decir que, en general, el ambiente en la Fase Final me ha parecido impropio de una cita de esta magnitud. Demasiados globos (¡¡¡incluso en mitad de la interpretación de los himnos!!!) y poca garganta. He tenido el privilegio de visitar muchas canchas de Europa y creedme que en estos eventos la grada suma puntos. Desde el sofá de mi hogar (para ser sincero la mitad del partido lo vi de pie) el Palacio me transmitió una gelidez asombrosa. José Luis Sáez ha de reflexionar sobre esto. No es de recibo que al baloncesto le invada ese “gañote” obsceno al que le da igual un partido de basket, una corrida de toros, un desfile de modelos, la inauguración de una tienda de canes o una pelea de gallos de corral. Y lo peor es que no sorprende a nadie.

                
     Ganar en el deporte es muy difícil. No os digo nada ganar (casi) siempre. Aunque seas muy bueno. Aunque estés a la altura del mejor. El deporte es “pequeños detalles”. Esta generación dorada también ha contado con la alianza de esos instantes concretos para poder abrazarse eternamente a la etiqueta de legendarios. Aquel triple de Nocioni o aquellos minutos de acojone puro contra Gran Bretaña en Polonia 2009. Me aferro a la necesidad de que esto no sea un “The End”, sujeto con todas mis fuerzas ese telón que está a punto de bajar para siempre. Pero si es el final de un ciclo, ahí están 2 Europeos, 1 Mundial, 2 Platas Olímpicas y la inefable intangibilidad de haber sentido en 2008 y en 2012 la convicción de que estos “cabrones” iban a ganar a la mejor Estados Unidos. Eso no me lo quita nadie, eso no nos lo quita nadie. Eso quedará para siempre. Ahora es el momento de tomar decisiones para renovar objetivos. Una transición que la escasa cultura deportiva de este país convertirá en una agonía.



miércoles, 3 de septiembre de 2014

VOLANTAZOS QUE ALIMENTAN LA OBSESIÓN



     Es el verano más delirante que recuerdo en y alrededor de la sección de baloncesto del Real Madrid. Ya metidos de lleno en el mes de septiembre, a 23 días para el arranque del curso oficial, el club está pegando otro volantazo, uno más desde que se le escapó la Final de la Liga ACB. Espero que las siguientes líneas sirvan para explicar qué hace ahora el Madrid, cómo lo hace y, sobre todo, por qué lo hace.
     
     La plantilla estaba cerrada. Campazzo por Draper, Rivers y Maciulis por Darden y Dani Díez, Nocioni por Mirotic. Campazzo, Sergio Rodríguez y Llull como bases. Rudy, Carroll, Rivers y Maciulis para el perímetro, Nocioni en el límite exterior/interior y Felipe, Slaughter, Bourousis y Mejri como actores en la pintura. Insisto, el roster estaba cerrado. Así lo pensaba Pablo Laso, así lo transmitían desde el club, así lo asumían todos los protagonistas llamados a sugerir o tomar decisiones.  Las cosas han cambiado. Y han cambiado fundamentalmente por una razón. Una razón llamada Barcelona.
      
     El Barcelona ha fichado muy bien, escandalosamente bien. Xavi Pascual dispone de una plantilla descomunal, candidata a conquistar todos los títulos. Satoransky, Doellman, Pleiss y ahora DeShaun Thomas. Más todo lo que tenía. Simplemente bestial.  Un proyecto con mucho dinero (ojo a la indemnización que acaba de cobrar Lorbek), un proyecto sólido que ha sabido consolidarse cuando más altas y revueltas venían las olas, una virtud impropia de un club de fútbol. Florentino Pérez tiene una obsesión, la Final Four que se disputa en Madrid. Y Juan Carlos Sánchez, muy cercano siempre a las necesidades y a las vibraciones del presidente, ha llegado a la convicción de que con estos mimbres no es posible competir con el eterno rival en igualdad de condiciones. Me atrevería a decir que a estas alturas de la película el Director de la sección anda algo más que inquieto. Esa es la génesis de lo que es para mí la gran noticia: el Real Madrid quiere fichar. El Real Madrid busca un interior de garantías. El Real Madrid ha entrado de lleno en el mercado. Ahora hablamos de nombres propios, pero antes busquemos qué papel ocupa en esta función Pablo Laso.

     Como os hemos contado en algún artículo anterior, Pablo Laso ya no ficha. Sus tres primeros proyectos en el banquillo merengue fueron cimentados por él. Laso solicitaba necesidades para su estilo de juego, el club ejecutaba sus deseos porque tenía fe ciega en su proyecto (sobre todo los dos primeros cursos, el tercero menos). Es así como jugadores como Slaughter o Mejri llegaron al Madrid. Eran actores que se acoplaban al estilo del entrenador, no al estilo del club, que en condiciones normales jamás hubiera optado por ese tipo de contrataciones. Ahora eso ha cambiado. Florentino no cree en Pablo Laso. Juan Carlos Sánchez no ficha lo que demanda Pablo Laso. No han renovado a los ayudantes de Pablo Laso. Pablo Laso no ha tenido nada que ver en la elección de sus nuevos asistentes. Darden no fue renovado a pesar de que era una prioridad para Pablo Laso. Y así un sinfín de detalles cotidianos que convierten en inexplicable la continuidad del entrenador. ¿Dinero del finiquito? Honestamente uno ya no sabe qué pensar.




     La situación del técnico vitoriano en el Real Madrid es como la de ese yogur que mantenemos en la nevera aun sabiendo que jamás nos lo comeremos y que tiene fecha de caducidad. Pablo Laso se siente solo. Es Alberto Herreros el único que mantiene un vínculo real con él. Se aferra a su derecho de tener un contrato por dos temporadas y asume que va a tratar de hacerlo lo mejor posible con las piezas que el club ponga a su disposición. Así de fácil… así de difícil. Os hablo de volantazos en el título de este post. Un volantazo es renovar a tu entrenador dos años más para quererlo echar 8 meses después.
     
     Os contaba antes que la verdadera noticia es que el Real Madrid quiere fichar. Pablo Laso está (moderadamente) contento con esta plantilla, asume que se puede adaptar a su estilo y ser competitiva en España y en Europa. Pero él ahora se queda en la pizarra, no tiene peso en los despachos. Y es aquí cuando aparecen los nombres, los deseos, la obsesión. Sí, la obsesión de Florentino Pérez y Juan Carlos Sánchez de dar un salto de calidad, de poner sobre la mesa un actor que dispare las ilusiones de la desorientada hinchada madridista. Quieren un interior de garantías, aunque honestamente tal y como están las cosas ahora mismo no descarto incluso un movimiento en otra posición. Y preguntan por Gustavo Ayón, una opción imposible porque el Barcelona supo amarrar sus derechos para Europa. Y es ahí cuando aparece otra vez el deseado Luis Scola.




     Scola. 34 años. Le queda una temporada de contrato con Indiana Pacers a razón de 3,7 millones de euros. Una pasta a la que nunca podría llegar el Real Madrid, que sí estaría dispuesto a realizar un esfuerzo económico muy importante por lograr su fichaje. Hablamos de un sueldo por encima de los 2 kilos, una cantidad sólo superada (y no por mucho) por el recién renovado Rudy Fernández. Aportamos más datos. En las últimas horas Juan Carlos Sánchez se ha visto en persona con Luis Scola, que comparte representante con Andrés Nocioni y Facundo Campazzo. El Madrid ha activado una operación repleta de obstáculos, el más importante que el futuro de Scola sólo depende de la decisión unilateral de los Pacers. Además el argentino cobrará la amnistía de los Rockets (¡5 millones de euros! la próxima campaña en la NBA. Pero el club quiere hacer su parte: despertar el interés del jugador, ofrecerle un buen contrato a corto y medio plazo, rodearlo de amigos en la plantilla y convertirlo en uno de los actores principales de un proyecto cuyo único camino sin retorno es levantar la Copa de Europa en el Palacio de los Deportes. Esa es la noticia y así la trasmitimos anoche. El Real Madrid está intentando el fichaje de Luis Scola. Un jugador, que aunque parezca una barbaridad afirmarlo, no encaja como anillo al dedo en el estilo de Pablo Laso. Fichar a Luis Scola es fichar a uno de los mejores y, por tanto, jugar mucho para él. Creo que me explico bien.
     
     A día de hoy, esta es la prioridad del Madrid, Luis Scola. Pero no es el único nombre propio en la libreta de los dirigentes, algo que siempre acontece cuando la decisión de fichar está tomada. Aquí aparece Hamed Haddadi, center iraní ex NBA que lo está haciendo realmente bien con su Selección en la Copa del Mundo. Un perfil completamente diferente al de Luis Scola, y no hablo sólo de la obvia calidad, sino del tipo de jugador. Un 2.18 de las características de Haddadi te obliga a jugar de una manera determinada, muy lejana a la hoja de ruta de Pablo Laso. Y ojo, encima es extracomunitario, por lo que sería impepinable para la sección negociar el finiquito de Marcus Slaughter. Un jugador que por otra parte continúa en el Madrid sólo porque firmó su renovación antes de la final liguera. Y otro ingrediente más para esta macedonia: a día de hoy Campazzo no posee el pasaporte comunitario. Pues eso, lo de los volantazos y la obsesión de Florentino Pérez por la Final Four en la que él también será el gran anfitrión.   





     Los días 26 y 27 de septiembre el Real Madrid de Pablo Laso (creo) afronta el primer título de la temporada. Allí, en Vitoria, estará también el Barcelona. Allí, aquí, y en Sevilla (Scola comparte sede con la Grecia de Fotis), está la sombra perenne de Katsikaris. En el Real Madrid, también en la sección de baloncesto, la última palabra sobre cada asunto es siempre de Florentino. He considerado necesario este artículo para explicar que las noticias no son blancas o negras, sino que tienen sus grises, a pesar de que muchas veces los propios periodistas elegimos el titular contundente y poco interpretable. La noticia es que el Real  Madrid ha tomado la decisión de fichar. La noticia es que el deseado es Luis Scola. La noticia es que el club ha puesto en marcha todos sus mecanismos para lograr una operación harto complicada. La noticia también es que existe un plan B, y que ese apunta a la torre asiática Haddadi. Aquí está el qué, el cómo y el porqué de estos volantazos que alimentan la gran obsesión presidencial de ganar a toda costa la Euroliga 2015. 


lunes, 1 de septiembre de 2014

LA IMPERIOSA NECESIDAD DE DESACTIVAR EL CHAU CHAU



     Antes de entrar en faena, voy a pedir perdón por anticipado porque tengo la convicción de que en este texto voy a incurrir en un error que censuro con frecuencia: generalizar. Hablaré del periodismo en general cuando defiendo con vehemencia que es la profesión más heterodoxa del planeta. Y utilizaré la primera persona del plural sabiendo que en esa generalización seré injusto con muchos compañeros a los que admiro y de los que aprendo cada día. Pero honestamente lo he meditado mucho y no encuentro otra manera de enfocar esta reflexión. Allá vamos.

     Está a punto de finalizar el mercado de fichajes. Está siendo un fin de fiesta movidito, más que en los últimos veranos. En lo personal cada mercado es un aliciente para mí, me encanta sentir la adrenalina de trabajar y pelear por poder ofrecer noticias y contrataciones del Rayo Vallecano y del Real Madrid de baloncesto, los equipos que mi profesión me ha colocado más cerca. Siempre he defendido que dar una noticia es muy difícil, aunque en algunas ocasiones depende simplemente de contar con la suerte de acceder a la mejor fuente. Sí, no dudéis que existe un componente  muy importante de casualidad. Me refiero a las noticias vacías de intereses. ¿Pocas? Puede ser. Pero la felicidad del periodista al transmitir esa información es enorme. Y no hablo del Madrid o del Barça. Ni del Atleti. Ni del Madrid de basket. Noticias son todas. La que da un trasatlántico mediático y la que ofrece un desconocido periodista de un medio local. La que te comes porque se adelanta otro compañero. E incluso la que jamás podrás contar.
     El periodismo necesita una autocrítica severa. Nos devoran los egos, nos tritura la obsesión de dar una noticia… para ser noticia. He dedicado un par de horas a repasar informaciones de este verano que el periodismo daba por hechas al 100% y jamás se produjeron. Durante mi corta y discreta carrera como periodista he cometido muchos errores y en alguna ocasión he ofrecido datos erróneos. A todos nos la cuelan alguna vez, todos nos equivocamos mucho. Y me ha jodido horrores pifiarla, hasta el punto de que ahora aprovecho para pedir perdón a los que en esos momentos están cerca de mí y me aguantan… porque creedme que no es fácil. Por eso soy incapaz de asumir tanta frivolidad, tanto chau chau, tantas vueltas para no reconocer que en un caso concreto la hemos cagado. Amo mi profesión (o lo que queda de ella) con locura, y confieso sin ambages que en demasiadas ocasiones siento vergüenza ajena.

     Lo de este verano ha sido una locura. Hemos convertido el mercado en un mercadeo, en una barra libre de exclusivas y primicias que no iban a ningún lado y que semanas, o días, o incluso horas después, cambiaban a exclusivas y primicias con la flecha apuntando en otra dirección. Es pésimo el ejemplo que ofrecemos a los nuevos periodistas, a los chavales que llegan con emoción a las redacciones, o simplemente a aquellos que  le dan al F5 en Twitter. Porque lo de las redes sociales es para mear aparte. Desde que llegó el pajarito a nuestros ordenadores, tabletas y smart phones, el chau chau ha invadido el escalón más alto del podio de la especulación. Basta recordar que el periodismo ha llegado a matar a personas que estaban vivas y coleando con un simple balazo escondido en 140 caracteres. Sin fallecidos de por medio, Twitter espolea el corta y pega, los plagios, las invenciones o las carreras sucias en pos de una meta que sólo existe en nuestra imaginación. Ojo, Twitter es una herramienta que bien utilizada es útil, necesaria e incluso imprescindible para el periodismo.  En lo personal, las redes sociales me dan la vida porque me permiten desenterrar de la clandestinidad noticias, opiniones, artículos y apasionantes debates con todos vosotros.
     No soy optimista, pero necesitamos desconectar ese botón que alimenta constantemente la especulación. Oímos un tambor y pensamos que estamos en mitad de la tamborrada de San Sebastián. Escuchamos de lejos el sonido de una campanita y creemos que estamos dentro de una orquesta. En los últimos tiempos ya no necesitamos ni el tambor, ni la campana ni  la madre que los parió. Nos abrazamos al “Adelanté”, “Avancé”, “Anticipé” con la misma pasión que eludimos el frecuente “La cagué”. Nos lanzamos al vacío buscando un ego que hoy te guiña el ojo y mañana te lanza a la papelera. Lo único que quizás no sea efímero es ganarte la credibilidad del receptor. Con aciertos y con errores. Soy un firme convencido de que el periodista no adelanta noticias, las cuenta. A sus 1, 10, 100, 1000 o 1.000.000 de seguidores, lectores u oyentes.

     Soy periodista, para mí la profesión más hermosa del mundo. Siento el periodismo dentro, es parte de mi vida. El periodismo es una forma de vida. Aparece en tus grandes momentos de felicidad y también en los momentos más amargos. Pero ante todo soy un consumidor compulsivo de información. Necesitamos una profunda autocrítica, sin olvidar que ahí fuera hay periodistas acojonantemente buenos. Perdón de corazón por generalizar, quizás acabe de escribir el artículo más injusto de mi vida.