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viernes, 27 de junio de 2014

EL TRIUNFO DE LO EXTRAÑO



     Es extraño que el Barcelona le gane una final al Real Madrid anotando 88 puntos de media. Es extraño que Lampe, residual durante muchas semanas, se convierta en el gran protagonista del último choque con el triple ganador y, ojo, una acción decisiva justo anterior rebañando una cesta de Llull que ya entraba. Es extraño que Navarro, después de una fantástica final, se erija en MVP tras un partido con 2/9 en tiros de campo y 7 pérdidas de balón. Es extraño el enorme cortocircuito de Mirotic, corajudo en la última función pero lejos de su mejor versión. Es extraño que Sergio Rodríguez, durante meses el mejor actor de Europa, falle triples decisivos que anota en cada calentamiento con los ojos cerrados. Es extraño que Pablo Laso se rompa el tendón de Aquiles de traje y corbata. Y más extraña, incluso histórica, su fotografía abandonando en silla de ruedas el Palau enrojecido a causa de su indignación con los árbitros. Es extraño que esa imagen se convierta en una metáfora del estado físico de su equipo, transformado en el último cuarto de la final en el Real Madrid CM (Club de Muletas), con hasta 4 jugadores saliendo cojos del vestuario. Es extraño que otra vez estuviera preparada la tumba de Xavi Pascual, cuyo bagaje en el Barça es sencillamente espectacular. Es extraño que Tomic no se mire cada mañana al espejo para decirle que debe ser el número 1. Es extraño que desde la T4 del Bernabéu descartaran a última hora el fichaje de Jimmy Baron a pesar de las advertencias racionales de los técnicos, que conocen muy bien la exigencia física de un calendario demoledor. Es extraño que no esté asegurada la continuidad de Pablo Laso en el banquillo del Real Madrid.

     Bueno, sinceramente esto último no es nada extraño. Como hemos escrito en este blog en varias ocasiones, el técnico vitoriano jamás estuvo plenamente respaldado por su club. Jamás. Ni siquiera en los mejores momentos. Como ya he confesado en alguna ocasión, estoy firmemente convencido de que Laso no hubiera arrancado su recién terminado tercer curso si llega a perder el quinto choque de la final 2013. Puede resultar extraño que un proyecto dependa de un día, de un resultado, de una función... pero es la realidad. Así ha sido en el Real Madrid casi siempre, en fútbol y en baloncesto. Así ha sido siempre con Florentino Pérez en la presidencia. No olvidemos que Pablo Laso renovó su contrato (hasta 2016) ya con esta campaña iniciada, más por la inercia de los resultados, el juego y la felicidad de los aficionados que por convencimiento de los que mandan. El entrenador del Madrid sólo ha tenido un apoyo incondicional en el Real Madrid, el de Alberto Herreros. No es casualidad que anoche ambos, junto a Hugo López, mano derecha del entrenador, fueran los últimos en abandonar el Palau Blaugrana. Juntos, como siempre. Respaldo que en los momentos malos agradecen los sufridos profesionales de un equipo de la élite.
 
 
 
 
     La temporada ha finalizado mal para el Madrid. Se ha convertido en una senda interminable por caminos abruptos y con escasa gasolina. Pocas piernas, pocas fuerzas, mala condición anímica y quizás déficit de autocrítica después de la final de Milán. Es curioso como el equipo que más enamoró al espectador en muchísimos años ha terminado abrazándose a la heroica con varios cojos, toneladas de coraje y superávit de corazón. Con una pizca más de acierto el duelo hubiera vuelto al Palacio. Porque el Barça ha completado una final fantástica, soberbia, pero es asombroso que le costara tanto cerrar el último partido con todo a favor. Sí, a eso también le pegamos la etiqueta de "extraño". Como la sensación de que algo se ha resquebrajado en el vestuario del Madrid, un equipo repleto de gente joven con ganas de comerse el mundo. Quizás sea por verse las caras a todas horas, 80 partidos y decenas de viajes dan para mucho. Pero es evidente que la química no aguantó hasta los créditos de la película.

     El cortoplacismo domina el deporte. En los periódicos y en los despachos. Hace 41 días el Madrid apalizaba al Barcelona. Pascual estaba en la calle y Navarro en el asilo. Demencial, claro. Pero hace 41 días algunos colocaron a ambos en ese humillante escenario. Ahora le toca al Madrid. Por eso afirmo siempre que puedo que para mí la verdadera brillantez de los dirigentes deportivos se demuestra cuando manejan un proyecto más allá de resultados puntuales. Muchos aseguran que esta plantilla con otro entrenador lo hubiera ganado todo, un discurso que acoge con gusto el presidente de la entidad. Es indemostrable. Así que mejor acudir a lo empírico. Hace muy poco tiempo la sección de baloncesto del Real Madrid era un solar. Un auténtico solar. Un solar de dimensiones siderales. En cuanto a apoyo interno, títulos, decisiones, sensaciones y hasta muchos jugadores. Coincidieron buenos movimientos en los despachos con la llegada de un entrenador que ganó y enamoró. ¿Ha ganado menos de lo que debe? No lo sé. Pero ha ganado bastante más que la media de la versión moderna de la sección. Porque queda muy grandilocuente comparar a este Real Madrid con su historia. Pero lo que hay que hacer es comparar a este Real Madrid con su pasado reciente. Es un matiz muy importante. Trascendental.
 
 
 

     El Real Madrid ha recorrido un camino. Necesita autocrítica para pulir errores, reubicar roles y armar otro proyecto ganador. Insisto. Pablo Laso nunca se sintió plenamente respaldado, ni siquiera con 9 finales, 1 Liga, 2 Copas, 2 Supercopas y 2 finales de Copa de Europa (la última perdida en la prórroga). El pasado verano rechazó ofertas que doblaban su sueldo porque estaba (y está) convencido de que tiene entre las manos un desafío hermoso. Ahora espera sentado en el sofá, con el pie y el alma rotos, la decisión de sus jefes. Los contratos en los clubes grandes valen para poco, el triunfo del cortoplacismo es imparable. Hace apenas un mes el proyecto era retener las piezas interiores, fichar un base por Draper, hacerse con un 3 alto de calidad y mantener el bloque con una plantilla de más de 12 peones. Con Pablo Laso. Hoy todo aquello parece papel mojado. Eso sí, como aficionado a este precioso y bendito deporte llamado baloncesto reivindico el derecho a analizar la realidad por encima de las vitrinas. Acojonante cómo ha llegado a jugar este Real Madrid. Una bendición para el basket, una oferta de ocio espectacular. Como el baloncesto del Barcelona en la gran final, por momentos maravilloso. Hay que valorar eso. Aquel jamón ibérico llenó nuestro buche, el de cualquier aficionado imparcial. Para los parciales, para los madridistas apegados a la sección de baloncesto, os recuerdo que no hace mucho el Madrid no se comía ni la mortadela, le costaba horrores incluso llegar con regularidad a las finales, disputaba semifinales (y a veces cuartos) con la convicción de que tocaba (otra vez) palmar. Sería muy extraño entender la decisión de volver a arrancar desde el kilómetro 0. Pero ya sabéis que últimamente triunfa lo extraño.


miércoles, 18 de junio de 2014

EL REPORTERISMO DEPORTIVO ENTRA EN COMA



Periodista deportivo. Qué gran profesión, a pesar de que ahora cotiza a la baja, hecho incontestable del que los propios periodistas deportivos tenemos una gran parte de culpa. El periodismo deportivo abarca muchas vertientes, todas ellas apasionantes. Desde presentar un programa de televisión hasta elaborar un trabajoso reportaje escrito, pasando por coordinar y producir un espacio de radio. En lo personal, de todas las funciones que he tenido el privilegio de poder realizar, me quedo, sin pensarlo ni una décima de segundo, con el reporterismo. La pena es que el reporterismo deportivo ha entrado en estado de coma.

Me hubiera encantado haber vivido y disfrutado el periodismo deportivo de los años 80 y principios de los 90. Aquel contacto con los deportistas, aquella naturalidad, aquella relación directa con la noticia y sus actores sin necesidad de la intermediación de 7 representantes y 18 miembros del departamento de comunicación. Aún así, me doy con un canto en los dientes porque mis primeros pasos en esto coincidieron con el estreno del nuevo siglo, y por aquel entonces un reportero echao palante, con poca vergüenza (la mía la perdí un día en el colegio y jamás la recuperé), con muchas ganas y con una dosis de suerte podía disfrutar mucho, muchísimo en esa función de reportero. Con una grabadora, muchas horas de trabajo y toneladas de fe se podía conseguir alguna de esas recompensas que activan la satisfacción y refuerzan la convicción de adorar este bendito oficio.
 
 
Ya más cerca de los 40 que de los 30, echo la vista atrás y presumo con orgullo de haber disfrutado de momentos inolvidables de reporterismo. Como recorrer 600 kilómetros en coche por Centroeuropa sólo para obtener las primeras (y escuetas) declaraciones de Ujfalusi como futbolista del Atlético de Madrid. Como contar desde la Sala Pionir con un sonido incomparable un Partizan – Real Madrid de baloncesto que no se emitía por televisión. Como viajar como único enviado especial con un equipo de basket para contar sus andanzas continentales. Como recorrer miles de kilómetros con la única compañía de cafés y galletas Leibniz para seguir a los equipos rivales de España en un Mundial. Como sentir en vena los incomparables viajes con un equipo de Segunda B o Tercera División. Como hacer entrevistas a pie de campo en cualquier estadio del fútbol español. Como tantos y tantos instantes inolvidables que conservaré para siempre en mi álbum de recuerdos. Mis compañeros de profesión con etiqueta de reporteros se sentirán identificados con este párrafo. Ellos saben que la acción es una droga que se disfruta con responsabilidad y emoción.   

Desgraciadamente, ya nada será como antes. Y me da una inmensa pena por aquellos jóvenes periodistas que abandonan la facultad con ganas de comerse el mundo y devorar a bocados el oficio de reportero. Este artículo tiene su génesis en un reciente viaje al sur de España en el que sentí la dolorosa impotencia de no poder hacer nada, de no ser capaz de ofrecer contenidos, entrevistas y declaraciones a mis compañeros que estaban en Madrid. Una frustración enorme. Todo por culpa de algunos inventores de la nueva comunicación que se creen dueños de un cortijo que destrozan a base de autoridad. El periodismo deportivo actual necesita jefes de prensa. No es un cargo fácil, en ocasiones más bien todo lo contrario, ya que nadan permanente en aguas hostiles, con olas de diferente intensidad que siempre te alcanzan y te mojan. Quizás mis mejores amigos en este negocio se dedicaron o se dedican a esa labor. Pero los males vienen de una capa superior, generalmente de actores coyunturales que jamás en la vida se han manchado de barro su impoluto traje de autoridad. En fin, no deseo llenar de frustraciones este folio, pero no es cabal que los futbolistas de una de las mejores Selecciones de la historia estén cada día en los medios de comunicación, y que sin embargo sea misión imposible entrevistar a un joven imberbe miembro de un equipo filial. No hay un solo argumento para defender con coherencia semejante postura. Ni uno.

El periodismo deportivo está inundado de intereses y de extremos, es una realidad irrebatible. El asesinato a quemarropa del reporterismo puede ser una de las causas de esta realidad incontestable, aunque mi vena romántica me obliga a defender que aún no está muerto… aunque sí en cuidados intensivos y con los órganos muy debilitados. Una situación que me hace sentir una gran frustración, echo mucho de menos otros tiempos. Me gustan las películas de acción. Sentir (sólo por unos minutos) la satisfacción del trabajo bien hecho o padecer (durante horas) el cabreo de saber que no has hecho las cosas bien. Viajar con la grabadora como irrenunciable compañera de travesía. Soñar con la mejor profesión del mundo. Aprender de muchos compañeros que han hecho del reporterismo (deportivo y no deportivo) una auténtica religión. El periodismo necesita el linimento. Pero cada vez está más difícil pisar el barro. Ahora prefieren, preferimos directamente meter las botas en la mierda. Esperemos no asistir nunca al definitivo Descanse en Paz.
  

             

viernes, 13 de junio de 2014

MACEDONIA DE PLAYOFF


    
     Llevo unos cuantos días para escribir este artículo. No por pereza, ni por bloqueo mental, ni porque la tableta se hubiera quedado sin batería. La razón es que tenía la convicción de que la idea que manejaba en la cabeza no era redonda, le faltaba algo para completar unas líneas dignas de un post sobre basket. En la génesis la intención era alabar la serie Unicaja - Real Madrid (vibrante, anotadora, espectacular, igualada, durísima) en comparación con el cruce Valencia - Barcelona, en el que no se regalan los puntos ni el baloncesto de ataque. Pero a estas alturas siento que no sería justo. Entre otras cosas porque el desarrollo de la semifinal entre segundo y tercero está siendo increíble... 4 victorias forasteras, y aún queda el remate, un chimpún impredecible en la Fonteta. Así que vamos con una sabrosa macedonia de playoff, a ver qué sale.
     
     Me ha flipado el CB Málaga - Real Madrid. Una pasada. Nivelazo. 170 minutos soberbios de baloncesto. Mientras degusto un café (¡larguito!) en el tren rumbo a los Madriles, se me pone la piel de gallina recordando el ambientazo del Martín Carpena. Nunca lo vi tan caliente, tan entregado como en estas dos citas. Maravilloso el momento del himno y también el caluroso tributo final, un gesto que evidencia que Joan Plaza ha vuelto a enganchar a la parroquia malagueña. Unicaja se despide con un 3-1 en contra, pero ha regalado un baloncesto formidable. Estelar Suárez, dulce Toolson, jefe Granger, decisivo Fran Vázquez... así hasta completar una nómina de actores que han tratado hasta el último aliento de alargar el serial a 5 capítulos. En muchos momentos del duelo los verdes han activado el baloncesto por el que ha apostado siempre el Madrid de Pablo Laso. Defensa, rebote, correr, circular la bola... enamorar. No es fácil hacer eso, nada fácil. Magnífico, de verdad.




     Unicaja no estará en la final. El Barça, quizás sí. Aunque haya anotado 77 puntos menos que los andaluces (en 10 minutos menos también). Yo creo que se va a meter, aunque no sea el día más apropiado para defender este pronóstico. Pero jamás pensé que este equipo mostrara las costuras que se le ven durante el último mes. No me hubiera apostado ni la entrada para el cine a que el Barcelona hubiera bajado los brazos en la semifinal de la Euroliga, y mucho menos a que bordeara el ridículo en sus dos envites caseros ante un Valencia capitidisminuido. Insisto. Guardo en la mochila tanto crédito para este equipo que intuyo que ganaran el domingo, pero sus titubeos me dejan asombrado. Es alucinante que sólo se agarren a un Navarro exprimido cuando en la plantilla hay jugadores con nivel, galones y sueldo para coger el carro y arrastrarlo hasta la canasta contraria. Fallan más tiros libres que mi equipo infantil de la Sagrada Familia. Lanzan triples y triples como si los sistemas estuvieran enterrados debajo del parqué. Increíble, de verdad. Menudo quilombo se va a montar como los taronja remonten el 2-0, algo que jamás ha ocurrido en los 30 precedentes anteriores.
     
   Qué corazón tiene este Valencia. Qué entrenador Perasovic. Qué manera de sobreponerse a todos los contratiempos. Qué temporadón. La forma de competir y remontar en el tercer encuentro me recordó a aquel Baskonia de Ivanovic que casi gana una Copa del Rey con Gadou como obrero estelar. Peras. Escuela balcánica. Sin excusas. Cuando los soldados caen, no hay quejas, sino más orgullo. Bárbaro. Como Felipe Reyes. El acabado. No hay más calificativos para este bicho. Si España fuera un país serio, el Gobierno hubiera sacado hace ya muchos años un decreto ley para crear esa báscula que pueda pesar de una vez por todas las inmensos h...en fin, no sé sí existirá. Qué pelotas... de baloncesto.




     
     Y así van transcurriendo estos apasionantes playoff 2014. Con estas semifinales inacabadas que aún buscan al segundo aspirante al titulo. Una penúltima ronda que nos ha dejado 351 puntos del Real Madrid, 347 de Unicaja, 272 de Valencia Basket y 270 de un Barcelona que se apaga de forma alarmante. La gran final arrancará el jueves 19 y si agota los 5 envites se irá hasta el 28 de junio. Ahí estará el Madrid de Pablo Laso, que se abraza a su sexta final seguida y persigue su también sexto título en tres años. Ahí siguen, 76 partidos después (67-9), con síntomas de cansancio, con lesiones y con una fatiga mental evidente. Es curioso que 2 finales seguidas perdidas de Copa de Europa inunden el huerto cuando ese huerto (el de las finales europeas) ha sido un erial hasta que ha llegado el vitoriano. Laso ha metido al Madrid en todas las finales 40 años después. Pero aunque campeone otra vez dentro de 15 días jamás será capaz de vencer la otra final, la del inconformismo. Cómo desgasta ese banquillo.