Es extraño que el Barcelona le gane una
final al Real Madrid anotando 88 puntos de media. Es extraño que Lampe,
residual durante muchas semanas, se convierta en el gran protagonista del
último choque con el triple ganador y, ojo, una acción decisiva justo
anterior rebañando una cesta de Llull que ya entraba. Es extraño que Navarro,
después de una fantástica final, se erija en MVP tras un partido con 2/9 en
tiros de campo y 7 pérdidas de balón. Es extraño el enorme cortocircuito de
Mirotic, corajudo en la última función pero lejos de su mejor versión. Es extraño
que Sergio Rodríguez, durante meses el mejor actor de Europa, falle triples
decisivos que anota en cada calentamiento con los ojos cerrados. Es extraño que
Pablo Laso se rompa el tendón de Aquiles de traje y corbata. Y más extraña,
incluso histórica, su fotografía abandonando en silla de ruedas el Palau
enrojecido a causa de su indignación con los árbitros. Es extraño que esa
imagen se convierta en una metáfora del estado físico de su equipo,
transformado en el último cuarto de la final en el Real Madrid CM (Club de
Muletas), con hasta 4 jugadores saliendo cojos del vestuario. Es extraño que
otra vez estuviera preparada la tumba de Xavi Pascual, cuyo bagaje en el Barça
es sencillamente espectacular. Es extraño que Tomic no se mire cada mañana al
espejo para decirle que debe ser el número 1. Es extraño que desde la T4 del
Bernabéu descartaran a última hora el fichaje de Jimmy Baron a pesar de las
advertencias racionales de los técnicos, que conocen muy bien la exigencia física
de un calendario demoledor. Es extraño que no esté asegurada la continuidad de
Pablo Laso en el banquillo del Real Madrid.
Bueno, sinceramente esto último no es nada
extraño. Como hemos escrito en este blog en varias ocasiones, el técnico
vitoriano jamás estuvo plenamente respaldado por su club. Jamás. Ni siquiera en
los mejores momentos. Como ya he confesado en alguna ocasión, estoy firmemente
convencido de que Laso no hubiera arrancado su recién terminado tercer curso si
llega a perder el quinto choque de la final 2013. Puede resultar extraño que un
proyecto dependa de un día, de un resultado, de una función... pero es la
realidad. Así ha sido en el Real Madrid casi siempre, en fútbol y en baloncesto.
Así ha sido siempre con Florentino Pérez en la presidencia. No olvidemos que
Pablo Laso renovó su contrato (hasta 2016) ya con esta campaña iniciada, más
por la inercia de los resultados, el juego y la felicidad de los aficionados
que por convencimiento de los que mandan. El entrenador del Madrid sólo ha
tenido un apoyo incondicional en el Real Madrid, el de Alberto Herreros. No es
casualidad que anoche ambos, junto a Hugo López, mano derecha del entrenador,
fueran los últimos en abandonar el Palau Blaugrana. Juntos, como siempre.
Respaldo que en los momentos malos agradecen los sufridos profesionales de un
equipo de la élite.
La temporada ha finalizado mal para el
Madrid. Se ha convertido en una senda interminable por caminos abruptos y con
escasa gasolina. Pocas piernas, pocas fuerzas, mala condición anímica y quizás
déficit de autocrítica después de la final de Milán. Es curioso como el equipo
que más enamoró al espectador en muchísimos años ha terminado abrazándose a la
heroica con varios cojos, toneladas de coraje y superávit de corazón. Con una
pizca más de acierto el duelo hubiera vuelto al Palacio. Porque el Barça ha
completado una final fantástica, soberbia, pero es asombroso que le costara
tanto cerrar el último partido con todo a favor. Sí, a eso también le pegamos
la etiqueta de "extraño". Como la sensación de que algo se ha
resquebrajado en el vestuario del Madrid, un equipo repleto de gente joven con
ganas de comerse el mundo. Quizás sea por verse las caras a todas horas, 80
partidos y decenas de viajes dan para mucho. Pero es evidente que la química no
aguantó hasta los créditos de la película.
El cortoplacismo domina el deporte. En los
periódicos y en los despachos. Hace 41 días el Madrid apalizaba al Barcelona.
Pascual estaba en la calle y Navarro en el asilo. Demencial, claro. Pero hace
41 días algunos colocaron a ambos en ese humillante escenario. Ahora le toca al
Madrid. Por eso afirmo siempre que puedo que para mí la verdadera brillantez de
los dirigentes deportivos se demuestra cuando manejan un proyecto más allá de
resultados puntuales. Muchos aseguran que esta plantilla con otro entrenador lo
hubiera ganado todo, un discurso que acoge con gusto el presidente de la entidad.
Es indemostrable. Así que mejor acudir a lo empírico. Hace muy poco tiempo la
sección de baloncesto del Real Madrid era un solar. Un auténtico solar. Un
solar de dimensiones siderales. En cuanto a apoyo interno, títulos, decisiones,
sensaciones y hasta muchos jugadores. Coincidieron buenos movimientos en los
despachos con la llegada de un entrenador que ganó y enamoró. ¿Ha ganado menos
de lo que debe? No lo sé. Pero ha ganado bastante más que la media de la versión
moderna de la sección. Porque queda muy grandilocuente comparar a este Real
Madrid con su historia. Pero lo que hay que hacer es comparar a este Real
Madrid con su pasado reciente. Es un matiz muy importante. Trascendental.
El Real Madrid ha recorrido un camino.
Necesita autocrítica para pulir errores, reubicar roles y armar otro proyecto
ganador. Insisto. Pablo Laso nunca se sintió plenamente respaldado, ni siquiera
con 9 finales, 1 Liga, 2 Copas, 2 Supercopas y 2 finales de Copa de Europa (la última
perdida en la prórroga). El pasado verano rechazó ofertas que doblaban su
sueldo porque estaba (y está) convencido de que tiene entre las manos un desafío
hermoso. Ahora espera sentado en el sofá, con el pie y el alma rotos, la decisión
de sus jefes. Los contratos en los clubes grandes valen para poco, el triunfo
del cortoplacismo es imparable. Hace apenas un mes el proyecto era retener las
piezas interiores, fichar un base por Draper, hacerse con un 3 alto de calidad
y mantener el bloque con una plantilla de más de 12 peones. Con Pablo Laso. Hoy
todo aquello parece papel mojado. Eso sí, como aficionado a este precioso y
bendito deporte llamado baloncesto reivindico el derecho a analizar la realidad
por encima de las vitrinas. Acojonante cómo ha llegado a jugar este Real
Madrid. Una bendición para el basket, una oferta de ocio espectacular. Como el
baloncesto del Barcelona en la gran final, por momentos maravilloso. Hay que
valorar eso. Aquel jamón ibérico llenó nuestro buche, el de cualquier
aficionado imparcial. Para los parciales, para los madridistas apegados a la
sección de baloncesto, os recuerdo que no hace mucho el Madrid no se comía ni
la mortadela, le costaba horrores incluso llegar con regularidad a las finales,
disputaba semifinales (y a veces cuartos) con la convicción de que tocaba (otra vez) palmar. Sería
muy extraño entender la decisión de volver a arrancar desde el kilómetro 0.
Pero ya sabéis que últimamente triunfa lo extraño.