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martes, 21 de enero de 2014

¿DÓNDE VAS, ESTU?


     Llevo tiempo madurando la idea de construir este artículo. Escribo y tacho desde el mes de noviembre en uno de esos bocetos que yo entiendo a pesar de que para cualquier ojo ajeno no es más que un folio guarro. Os confieso que he tenido muchas dudas a la hora de decidirme a publicar estas líneas. La razón es que este año mis obligaciones profesionales no me han permitido ver todos los partidos del equipo, y que el paso del tiempo me ha alejado del día a día del club colegial. Motivos de peso para dilatar un artículo que considero ha de estar muy bien documentado.

     Enero de 2014. No reconozco a este Estudiantes, ahora patrocinado por Tuenti Móvil. No lo reconozco desde hace mucho tiempo, ya demasiado. La inmensa mayoría de las etiquetas que han acompañado a la institución desde su nacimiento han desaparecido, o quizás sólo estén escondidas detrás de una calamitosa gestión. Estudiantes es un ejemplo del petardazo que han pegado muchos clubes deportivos después de haber vivido durante muchos años muy por encima de sus posibilidades. Es inaceptable que una entidad que ha salido de una Administración Concursal antes de ayer no esté al día de pagos con sus empleados. Es una vergüenza, una patética tara de este país en el que ocurren cosas reñidas con cualquier razonamiento lógico. En Estudiantes no pagar los sueldos se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Otra vez varios meses sin cobrar, otra vez. Es una pena, de verdad.

     Al final lo deportivo es consecuencia de la gestión. No hace tanto tiempo, cuando Estudiantes aún se agarraba a la élite, el club firmaba contratos con los que sabía que no podría cumplir, una actuación temeraria y dañina a medio plazo. La última década ha sido ominosa. Desde 2004, año en el que el Estu estuvo a punto de ganar la Liga, el declive del equipo ha sido alarmante, descenso (en las canchas) a la LEB incluido. Rendimiento deportivo muy deficiente acompañado de una pérdida de identidad alarmante. El Estudiantes que tenemos ahora se ha convertido (los colegiales entenderán lo que digo) en un club más, en un equipo más. Y eso es inconcebible.
 
 
 
     Curso 2013/14. 3 victorias y 13 derrotas, a 2 triunfos de la salvación. Sólo un triunfo más que el Valladolid, un club que salió en ACB de milagro y que está viviendo la temporada más surrealista de su historia. De hecho, Tuenti Móvil sólo ha sido capaz de vencer en casa a los pucelanos y al Manresa (tras prórroga) y fuera al Obradoiro, quizás en la mejor función del año. Entre medias, actuaciones infames y derrotas muy severas. ¿Tiene Estudiantes una plantilla para pelear los playoff? Rotundamente no. ¿Tiene Estudiantes una plantilla para estar donde está y, sobre todo, para estar como está? Rotundamente tampoco. Y lo peor es que no es un flor de una mala racha o un mal momento puntual, sino que el jardín está ya repleto de flores podridas.
     Estudiantes ya no es un equipo de patio de colegio, o al menos no lo es en la cancha. Porque sería injusto olvidar a muchos empleados del club, ya sea dentro del cuerpo técnico, ya sea con un micro entre las manos, ya sea en aquel despacho perdido, ya sea con ideas de marketing sencillamente brillantes. Todos ellos pelean cada día por defender los valores del Estudiantes. Ellos sufren como nadie la situación del equipo, y lo que es mucho más trascendente, la situación de la entidad. Y lo hacen en medio de despidos y rebajas salariales del 20%. Porque en el Estudiantes ocurren esas cosas a pesar de que se acaba de contratar a un Director Deportivo para escarbar el mercado.
  
  

     Hace no tanto tiempo Estudiantes formaba jugadores para su primer equipo, y luego muchos de ellos dejaban dinero en el club cuando un club con más recursos llamaba a la puerta. En los últimos años se nos ha vendido un Estudiantes de canteranos, algo que es rigurosamente falso. El rol de Fran Guerra, Edgar Vicedo o Darío Brizuela es residual. Por los motivos que sean, pero es así. Sólo Jaime Fernández juega con regularidad, aunque (y esto es opinión personal) aún no ha despuntado como muchos esperábamos. Acudir a la comparación con el Joventut, un club similar en los valores, en la agitación institucional y en la trayectoria, es llevarse las manos a la cabeza. En la Penya Guillem Vives, Albert Ventura, Nacho Llovet o Alejandro Suárez (este último ahora algo menos) son pilares importantes en el proyecto verdinegro. Ahí está el Joventut peleando todavía por estar en la Copa del Rey de Málaga. En el duelo directo que colegiales y catalanes disputaron hace unas semanas en el Palacio la aportación de los canteranos fue como la noche y el día. Una comparación muy dañina para el equipo de la calle Serrano.

     Porque este es un Estudiantes de temporeros. Un Estudiantes en el que Guille Rubio y Uros Slokar llegan y en el primer partido son los que más juegan y los mejores de su equipo (¿¿??). Un Estudiantes en el que Txus Vidorreta no encuentra la tecla. Un Estudiantes en el que su hinchada no tiene ni un solo jugador con el que identificarse, lejos quedaron aquellos americanos únicos o aquellos otros actores que venían al Ramiro y ya nunca se querían ir. Un Estudiantes en el que un petardo como el asunto Nogueira termina siendo una bomba nuclear. Un Estudiantes en el que José Asensio, un tipo que ha mamado el colegio desde que era pequeño, se ha desgastado con el paso del tiempo, de los cargos y de las penurias. Un Estudiantes sin identidad, que es mucho peor que 10 descensos seguidos. Un Estudiantes con escasa crítica periodística. Un Estudiantes irreconocible. Lo he escrito muchas veces cuando he hablado del Rayo Vallecano. A veces es mejor empezar de cero que arrastrar una hemorragia que muchos sospechamos va a terminar con un daño interno irreparable.


               

miércoles, 8 de enero de 2014

LA COMPARACIÓN MÁS ATREVIDA


     No sé si este artículo que comienzo ahora será malo o regular, pero lo que es seguro es que incluso antes de nacer es una idea atrevida. Voy a comparar, así sin anestesia, el Real Madrid de Pablo Laso y el Barcelona de Pep Guardiola. Ayer le pedí a mi socio Jesús Ruiz que me echara un cable con la fotografía (yo soy un tarugo y él no) y me dijo: “Menudo kilombo vas a montar con ese artículo”. Intuyo que esta comparación no os agrada ni a merengues ni a culés, pero quizás desde un análisis frío compartáis mi certeza de que ambas escuadras se parecen. Sobre todo en lo más importante, porque más allá de los resultados, aquel Barcelona y este Real Madrid son una inyección de optimismo y diversión para el deporte.
     Pep Guardiola conquistó 14 títulos en 4 años. Desde lo más grande, 2 Copas de Europa, hasta lo más pequeño, 3 Supercopas de España. Pablo Laso cumple su tercera temporada en el Madrid, con un balance en dos años de 1 Liga, 1 Copa del Rey y 2 Supercopas. Es una tendencia más cercana de lo que parece, ya que en baloncesto los clubes no pueden aspirar a entorchados como la Supercopa de Europa o el Mundial de Clubes, ambos conquistados por Pep en su proyecto barcelonista. El curso pasado el Madrid acarició la Euroliga y esta campaña se postula como claro candidato a conquistar todos los títulos en juego. ¿Logrará el entrenador vitoriano levantar el mismo número de trofeos que Guardiola?
     Pep dirigió 246 partidos desde el banquillo azulgrana, con 178 triunfos, 47 empates y sólo 21 derrotas. Un registro bárbaro que conduce al 72% de victorias. Pablo Laso se ha sentado hasta la fecha 149 veces en el banquillo merengue, con un registro victorias-derrotas de 123-26, es decir, un 82 % de éxitos (en basket no hay empates, matiz importante). Un balance soberbio que alimenta este mismo año, en el que su equipo aún no conoce cómo sabe perder (27-0 en partidos oficiales). Sé que son deportes muy diferentes y que en baloncesto el calendario está más saturado, pero al final son dos trasatlánticos que pelean por lo mismo: ganar cada partido que jueguen. Es curiosos comprobar cómo los guarismos son bastante similares.
 
 
     Bien, llegados a este punto tiremos la calculadora a la basura (¡qué alivio!) y hablemos de sensaciones, de corazón, de sentidos, de pasión. Tanto el Barcelona de Guardiola como el Real Madrid de Pablo Laso son una oferta de ocio, más allá de los colores que defienda cada hincha. Ambos superan con creces el reto de ganar, jugar bien y bonito. De enganchar a propios y provocar la admiración y envidia (no siempre sana) de extraños. De llenar recintos deportivos propios y ajenos. De provocar líneas y líneas de páginas deportivas en los periódicos, aquí y más allá de las fronteras. De llamar la atención de todos. De congregar a una parroquia amplia delante de la televisión. De ENAMORAR, una palabra que es bestialmente hermosa cuando se asocia al deporte. Aquel irrepetible Barcelona de Guardiola es uno de los mejores equipos de la historia del fútbol. Este Real Madrid de Pablo Laso quizás sea ya el mejor en la historia del club y, títulos mediante, asaltará en breve el olimpo de escuadras inolvidables del deporte de la cesta. Insisto. Ambos proyectos guardan muchas similitudes, todas ellas buenas.
       Porque disparando la imaginación Iniesta podría Sergio Rodríguez: imaginación, talento, desparpajo, solidaridad, hacer mejores a los demás. Pedro podría ser Llull: velocidad, verticalidad, cambios de ritmo, cohetes, agitación en la tribuna. Felipe Reyes encuentra su doble en Busquets: equilibrio, colocación, defensa y ataque, brega, etiqueta eterna de siempre en mi equipo. Y quizás Rudy sea como Alves: indiscutibles, cancheros, dolor de cabeza para el rival, ofensivos... y hasta con ese puntito de teatro que desespera al rival. Darden podría ser Mascherano: hacer de todo y hacerlo bien. Y seguramente Mirotic sea como Messi: los fuoriclasse, los mejores, los desequilibrantes, los ambiciosos sin límites, los de mirada asesina, los números 1.
     El deporte es lo mejor del mundo porque permite cosas como esta, que un pirao como yo con un café delante se permita el lujo de comparar dos secciones tan diferentes de los rivales más encarnizados del mundo… y en dos épocas distintas. ¿Un sacrilegio? Si es así, házmelo saber, por favor.