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lunes, 26 de noviembre de 2012

MI RADIO


Voy a escribir sobre mi radio, Onda Madrid. Siempre será mi radio, esté donde esté, trabaje de lo que trabaje. "curre" donde "curre". Es mi radio como oyente, mucho antes de agosto de 1999, cuando hice las pruebas para entrar en "Madrid al Tanto". Y lo seguirá siendo si me echan y no la cierran, eso tenedlo por seguro. En Onda Madrid me he formado como profesional y como persona. He cumplido mi gran sueño. He disfrutado como un "enano". He llorado de alegría y de rabia. He aprendido (o no) que no siempre puedes esperar recibir lo que intentas dar. He perdido amigos y he ganado personas que ya sé que siempre me acompañarán en la gran aventura de la vida. Mi radio formará siempre parte de mí.

Tengo muy claro que quería, que necesitaba escribir este post. No tenía tan claro el momento, aunque sí la absoluta convicción de que jamás lo escribiría desde fuera. Es más honesto hacerlo desde dentro, lo otro podría ser considerado como una pataleta de "maltratado". Creo que ha llegado el momento. Me gustaría que nadie se sintiera molesto, pero eso seguramente forma parte del idealismo incongruente de aquellos que intentamos cada día (y no lo conseguimos) cuidar a las personas, ponernos en la piel de todos, incluso de esos a los que somos incapaces de comprender. Al final lo más importante es reposar la cabeza en la almohada con la conciencia moderadamente tranquila.

Los trabajadores de Telemadrid y Onda Madrid (¡también existimos!) van a ser sometidos a un ERE (Expediente de Regulación de Empleo). Duro, contundente, masivo, brutal. Las últimas informaciones apuntan a 925 personas, lo que supone prácticamente un 80% del personal. Este fin de semana, mientras hacía lo que más me gusta, radio, he visto a compañeros taciturnos, muy "jodidos". Me duele profundamente ver a buena gente con las lágrimas asomando en sus ojos. Me duele mucho porque ellos no se lo merecen. Saben quiénes son, sabéis quiénes sois. Y os puedo asegurar que hasta que esto vuele por los aires vais a seguir encontrando en mí una sonrisa, una broma, un abrazo, un beso, un guiño. Y que me va a seguir cambiando la cara cuando hagamos una "cagada" en el programa de los sábados, esa autoexigencia no es negociable.

Llevo trabajando en Onda Madrid 14 años. Quizá demasiado tiempo porque siempre he tenido muy claro que los ciclos se acaban. En estos 14 años he tratado de observar mucho, de no quedarme en ese mundo propio que a veces los seres humanos convertimos en un "ombliguismo" insoportable. Considero que 14 años dan para hacerse una idea de cuáles son las cosas buenas y las malas de una empresa tan peculiar. Conozco a muchos compañeros de Telemadrid, incluso he tenido el privilegio de colaborar como periodista para la tele, una experiencia increíble de la que salí muy fortalecido. Allí también encontré satisfacciones y un buen número de decepciones, pero me vais a permitir que me centre en lo que conozco, la radio. Onda Madrid.

Promover un ERE es reconocer un fracaso. Organizar un ERE tan bestial es reconocer que lo has hecho rematadamente mal. Echar al 80% de una plantilla es gravísimo. Es una decisión que esconde años y años de mala gestión. Errores intolerables que ahora van a pagar algunos buenos trabajadores y mejores compañeros. Deteneos a pensar en la ingente cantidad de malas decisiones que se habrán tenido que tomar para llegar a la conclusión de que sobran 3 de cada 4 efectivos. Es simplemente patético. Escandaloso. Pero creo que quedarse ahí sería un error, ponerse la venda de un corporativismo dañino y absurdo. Y yo no lo pienso hacer.

Trabajo con compañeros a los que admiro. De todos los departamentos, de todos los programas. Personas de las que aprendo todos los días, que se esfuerzan por hacer las cosas bien, por mejorar, por respetar al compañero que depende de su trabajo y de su colaboración. Mientras escribo esto me vienen a la cabeza decenas de nombres y apellidos, pero eso al fin y al cabo da igual. Pase lo que pase, recordaré con mucho cariño  los momentos inolvidables de radio que he compartido con todos ellos. Pero lo que no podemos hacer es acomodarnos en la mentira de "Los mundos de Yupi", porque eso es una falacia de dimensiones gigantescas. Yo no quiero mentir, no puedo mentir, no voy a mentir.

Durante los últimos 14 años de mi vida laboral me he encontrado con gente que se "orina" todos los días en los valores que debe poseer un "currela" normal. Malos trabajadores, peores compañeros. Faltas de respeto, dejación de funciones, nula voluntad de hacer simplemente el trabajo por el que les pagan. No necesito que me lo cuente nadie, lo he visto y lo veo con mis propios ojos. Personas que duermen plácidamente en su puesto de trabajo o que incluso acuden con un licor de más. "Compañeros" que reprenden, ignoran y humillan a chavales que vienen a hacer una colaboración a la semana por la que cobran menos de 30 euros. Sujetos (y "sujetas") que conscientemente tratan de "joder" el trabajo de otros trabajadores. Os juro por lo más sagrado que podría rellenar 10 páginas relatando faltas graves e intolerables que he presenciado durante los últimos 14 años. Y yo me planteo: ¿Cómo voy a apoyar incondicionalmente a unos sindicatos en los que ocupan un lugar privilegiado algunas de estas personas?

Porque tengo que decir que admiro a otros compañeros (sindicalistas o no) que desde la convicción, los valores y la solidaridad luchan y pelean por defender el servicio público, su puesto de trabajo y el de los demás. Tienen, tenéis todo mi reconocimiento. Pero me enerva, me saca de mis "casillas" ver en primera fila de la lucha a algunos "caraduras" que llevan ya demasiados años viviendo del cuento. Durante las últimas semanas he asistido a alguna fotografía infestada de surrealismo, como la de algún "camarada" con una camiseta de "Defendamos lo público" durmiendo a pierna suelta en su lugar de trabajo. Defender lo público comienza por intentar hacer bien tu trabajo y tratar de ayudar al compañero que tienes al lado. Tan fácil, tan difícil.

Asisto con perplejidad a como desde algún sector de los sindicatos se apela al famoso "Nos quieren dividir y tenemos que estar unidos". Ahora por lo menos tengo este humilde blog para transmitir mi humilde opinión, pero hace años cuando les envié una carta de protesta muy argumentada por una serie de mentiras que contaron sobre los programas de deportes, lo único que hicieron fue "calzarme" otra hostia en su siguiente publicación semanal, a la que tienen acceso los casi 1.200 trabajadores del ente. Muy unidos, sí, sí. Muy democráticos también. Siguen sin darse cuenta de que lo justo no es defender al trabajador, sino el puesto de trabajo, para que así lo pueda ocupar un buen trabajador. Es un matiz importante. 


 
La empresa ha demostrado muchas veces que "se la trae al pairo" el producto que ofrezcamos a los madrileños. Ni siquiera negocian con los sindicatos unos servicios mínimos para informar, para que la radio y la tele no se vayan "a negro" 24 horas, qué más da. Y algunos trabajadores celebran con entusiasmo que el medio en el trabajan no se vea y no se escuche durante un día entero. Con dos cojones. ¿Dónde está la autocrítica? Hola, ¿está la autocrítica por ahí? Es un fracaso de todos, yo el primero.

Onda Madrid es viable. Seguro. 100%. Es más, el balance económico siempre sería positivo desde la planificación y la dedicación. Así me lo demuestra mi escasa experiencia como "comercial", tarea que desempeñamos con orgullo e ilusión cuando se trata de "alimentar" la programación deportiva de una radio pública. Ahí fuera hay un montón de anunciantes que comparten nuestra pasión por la radio. Información, no opinión. Insisto. No admite debate que la radio pública es rentable. Se lo puedo demostrar con hechos a Mikel Buesa y Javier Morillas, esos dos contertulios papanatas multiasalariados que hace un par de semanas dijeron que Onda Madrid es una emisora clandestina.  En una cosa tienen razón, es bastante más clandestina que su demagogia y acusada estupidez, la cual está al alcance de todo el mundo. Aquel día apareció la inefable audiencia de la radio autonómica, dejando claro a este par de torpes que se merecen un respeto. Fue muy emocionante. Demasiado emocionante.

Desde aquí aprovecho para daros las gracias a todos. Por haber leído hasta aquí, por apoyarnos a través de las redes sociales, incluso por opinar que Radio Televisión Madrid debería cerrar y que el ERE está bien hecho. Cualquier opinión con argumentos es válida. Tengo muy en cuenta a los trabajadores "fuera de convenio". Por actitud, fuerza y "pelotas" son un ejemplo diario para mí. Y también quiero enviar un abrazo enorme y solidario a todos los compañeros que se están quedando en la puta calle por culpa del veneno que inunda el periodismo español. Margot, compañera y amiga, no he pretendido suplantar tu gran diario, simplemente necesitaba sacar lo que llevó dentro. Porque me siento inmensamente orgulloso, agradecido y feliz de haber trabajado (¡y seguir trabajando!) con tíos y tías que merecen mucho la pena. ¡Viva la radio! ¡Viva Onda Madrid!

miércoles, 14 de noviembre de 2012

CUANDO LOS RUGIDOS SE SIENTEN EN EL ALMA

Escribo esto desde la habitación 319 de un hotel de Atenas. Es temprano, de hecho ni siquiera he bajado a desayunar. No es una ciudad por la que sienta una especial predilección, quizás porque cada vez que me desplazó al pabellón OAKA me encuentro con un atasco de dimensiones bíblicas. Tampoco ayuda el hecho de que me decepcionara profundamente mi visita al Partenón, ni que el cambio de guardia en el Parlamento de la Plaza Syntagma me parezca una “bakalá” nivel 1. También es cierto que cada vez que vengo tengo cita con el inefable barrio de “Plaka”, donde una deliciosa “moussaka” y un sabroso yogur griego vacunan mi estómago y mi alma. Por ese lado, el culinario, Atenas mola.
Hasta aquí hemos venido porque mañana hay partido. Copa de Europa, 6ª entrega. Panathinaikos – Real Madrid, un auténtico clásico del Viejo Continente. El mejor equipo de siempre contra el mejor equipo del basket moderno. Una pasada de partido. Dos candidatos a levantar el trofeo, aunque los griegos han bajado su nivel tras la exitosa etapa Obradovic, mientras que los merengues han alimentado su arsenal con la plantilla más competitiva de las últimas dos décadas. El encuentro se juega en el OAKA, uno de los escenarios más calientes de Europa.


Porque hoy quiero escribir de eso. De atmósferas, de ambientes, de gargantas, de rugidos, de inolvidables sonidos radiofónicos, de animación, de intimidación. El periodismo, el baloncesto y la vida me han otorgado el privilegio de poder conocer aquellos pabellones que soñé visitar cuando de pequeño escuchaba los partidos a través del transistor. Soy bastante mitómano con este tipo de historias, digamos que me emociona poder conocer pabellones nuevos, sobre todo aquellos escenarios cuyas paredes y cuyo corazón han asistido a momentos mágicos, a citas inolvidables para los amantes del deporte. Qué bonito es sentir ese “gusanillo” cuando uno se planta en medio de la cancha y admira la pista, las  gradas, las cestas y las entrañas de ese gigante que esconde toneladas de recuerdos.

El OAKA es grande. Muy grande. Y caliente. La hinchada del trébol aprieta. Mucho, incluso más que sus vecinos de “La Paz y la Amistad”, paradójico nombre para un lugar en el que uno puede ampliar fácilmente su colección de bengalas, petardos y mecheros. En Grecia se anima y se grita mucho, siempre con esa parafernalia de los bombos y las decenas de pancartas que se colocan religiosamente varias horas antes de los partidos. Es excitante narrar un partido de baloncesto en Grecia, aunque siempre algunos salvajes atraviesan los límites lanzando cigarrillos encendidos o asquerosos escupitajos a los miembros del equipo rival.

http://portfolio.yorgonestoridis.com/wp-content/uploads/2012/04/panathinaikos-makabi.jpgGrecia y Turquía son parecidos, con esa influencia “futbolera” que convierte los pabellones en pequeños infiernos. La rivalidad entre los clubes alimenta esa pasión, que también se traslada a los choques continentales. La ebullición del “Ulker Sports Arena” (Fenerbahce) contrasta con la excesiva frialdad del majestuoso “Sinan Erden” cuando disputa allí sus partidos el Efes Pilsen. Se nota que “sólo” es un club de baloncesto. Un pabellón majestuoso que acogió la final del Mundial 2010 entre Turquía y Estados Unidos, una de las atmósferas más increíbles que he tenido la oportunidad de gozar. Retumbaba, se movía, casi dolían los oídos. Brutal. Inolvidable. 
 
Cubrir la Euroliga para Onda Madrid supone visitar el histórico “La mano de Elías (Yad Eliyahu)”, un templo remozado que todavía esconde el sabor de la Vieja Copa de Europa. O vibrar con la apasionada afición del Montepaschi Siena en esa “caja de cerillas” llamada “Pala Mens Sana”. También asistir a atmósferas frías y decepcionantes como los recintos alemanes, rusos, polacos… o el recientemente visitado “Stozice Arena” de Ljubjana, demasiado alejado del espíritu combativo de los hinchas de la extinta Yugoslavia. Allí, en el corazón de los Balcanes, tuve la suerte de asistir al ambiente más espectacular que me he encontrado en mi vida. De cualquier país, de cualquier deporte, de cualquier disciplina. Hablo de la Sala Pionir de Belgrado, el hogar de la hinchada del Partizan, sin duda la más enfervorizada y entregada de Europa. Allí conté hace un año por la radio el Partizan 80 – Real Madrid 79. Nunca asistí a nada parecido. La Pionir merece un post aparte en este humilde blog. Porque aquello es otro mundo. Porque no resiste comparación con nada. Porque en Serbia uno llega a sentir los rugidos en el alma.
               

martes, 6 de noviembre de 2012

UNA PIZARRA EN MODO VALIENTE


Siempre me gustaron los valientes. Pero en los tiempos que corren la valentía es un tesoro, una cualidad digna de admiración. Es difícil ser un valiente en la vida. Y en el deporte, "tirar" de valentía es una temeridad, una locura, en algunos casos hasta una quimera. Por eso considero que Pablo Laso merece el reconocimiento de los compañeros, de la crítica... y del baloncesto en general.


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El técnico vitoriano llegó al Real Madrid envuelto en una coyuntura complicadísima. Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros fueron vapuleados y zarandeados por la crítica y un sector muy amplio de aficionados, que consideraban que Laso era un entrenador menor, sin currículum y sin conocimientos para dirigir a la escuadra más laureada de Europa. La sección venía del terremoto creado por la dimisión de Ettore Messina, que perdió el rumbo hasta el extremo de solicitar su reingreso en el banquillo algunos días después. Una de las mejores pizarras del basket mundial se había estrellado en el Madrid, un club capaz de devorar incluso a los mejores. El experimento Molin nació con taras y finalizó con una incuestionable intrascendencia. El Real Madrid ni siquiera fue capaz de competir en una Final Four que no alcanzaba desde hacía 15 años.

Y en esas aterrizó Pablo Laso. "Perro viejo" como jugador, novel como "coach". El "tsunami" soplaba con tal fuerza que hasta un grupo de hinchas merengues se manifestaron a las puertas del estadio Santiago Bernabéu. "Vengo para intentar ganar, pero también voy a luchar por que juguemos bien al baloncesto. Conozco la idiosincrasia de este club". Valentía. Pablo Laso tenía tan clara su fórmula, como sus detractores su fracaso. Creo que a estas alturas de la película estos, como mínimo, albergarán algunas dudas respecto a los méritos de el otrora inteligentísimo director de orquesta.

Percibo que los madridistas se muestran satisfechos con la labor de Laso. Les dio la Copa del Rey, una corona con "bonus" triple: el título en sí, el hecho de recuperar un trono que su equipo no lograba desde 1993 y, sobre todo, el "subidón" de derrotar al eterno rival en su casa por veinte puntos de diferencia. Uno de los triunfos más "psicológicos" en el deporte de la última década. Sé cómo se celebró ese trofeo entre los aficionados. Pero también sé como lo festejaron empleados veteranos de una sección muchas veces desprestigiada desde dentro de la entidad. Pablo Laso fue el gran culpable de ese bálsamo reconfortante para decenas de miles de hinchas merengues.

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¡Ojo! La gallardía de Pablo Laso es fantástica no sólo para su club, sino para ese precioso deporte llamado baloncesto. Su propuesta es admirable para los que amamos con todas nuestras fuerzas este bendito espectáculo. Es alegría antes que coñazo. Es rebeldía antes que conservadurismo. Es correr antes que parar. Es ir a más de 80 puntos antes que quedarse los dos en 50 y pico. Es showtime. El Madrid tiene un equipazo, pero la valentía de su entrenador aumenta la pasión por el basket. Valiente hasta para prescindir de la figura del "center" puro, decisiva en el baloncesto moderno. Elogiable en estos tiempos duros en los que algunos iluminados de la gestión vomitan encima de los jugadores e hinchas. Necesitamos motivos para atraer a aficionados y no enterrar a los que tenemos. La pizarra de Pablo Laso es una vitamina para lograr salvar al deporte de la pelota grande. Una pizarra en "modo valiente".

Laso enamora. Y su equipo gana. De momento, una Copa y una Supercopa, o sea, un chuletón de buey y un aperitivo sabroso. El vitoriano tiene clavada una espina muy grande llamada Copa de Europa. El año pasado "patinó" en un par de momentos claves, pero él sabe que poseía mimbres para haber llegado mucho más lejos. Creo firmemente que el Madrid es este año uno de los candidatos a levantar el título continental, que en esta comparación gastronómica sería un solomillo con guarnición, postre, café, puro y copa. La copa más deseada por un entrenador... y más si ese entrenador es valiente.